Divulgando la cultura en dos idiómas.

María Marín

Dicen que “el que no oye consejo, no llega a viejo”… ¿Cuantas veces alguien te ha repetido esto, desde tu abuelita hasta cualquiera que acabas de conocer? Y es cierto, los consejos son muy buenos pero no todos los que aconsejan lo son.

Los consejos con como los poros; ¡todo el mundo tiene muchos! Y es que a la gente le encanta dar su opinión por varias razones: para parecer sabios, para convencerte que saben lo que más te conviene, y por supuesto, para que veas que se preocupan por ti.

Algunos tienen la mala costumbre de dar consejos sin ser solicitados. No hay nada más irritante que oír estas palabras: “escúchame, que te voy a decir lo que tienes que hacer…”, especialmente, cuando tú no has pedido una opinión. En esos momentos te dan deseos de preguntar: ¿Quién te dio vela en este entierro?

El aconsejar en un oficio tan común que lo hacen muchos pero muy pocos lo saben hacer bien. Por eso, ten en cuenta tres tipos de personas de quien nunca debes dejarte aconsejar:

Numero uno: de alguien que no ha podido resolver sus propios problemas (¡porque ni ha sabido darse buenos consejos a sí mismo!). Quien no tiene estabilidad en su vida, no podrá ayudarte con la tuya. Numero dos: aquel no haya pasado por tu misma situación.
Este es, por ejemplo, el caso de la mujer que nunca se ha casado y le quiere decir a la amiga como resolver sus problemas matrimoniales. Y por último, nunca escuches el consejo de quien pudiera beneficiarse directa o indirectamente del consejo que te de: ¿te imaginas preguntarle a un hombre que muestra interés, si debes dejar al novio que tienes actualmente?

A la hora de pedir consejos, recuerda que nadie sabe más que tú de tus asuntos, y ERES TÚ —y no quien te dio el consejo— quien va a tener que enfrentar las consecuencias de tu decisión. Por eso, siempre escucha los consejos de quien mucho sabe, pero sobre todo, de quien mucho te ama.

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