Por Luisa Fernanda Montero, La Red Hispana
Mientras de un lado empieza a calentarse el debate electoral, con posiciones bastante encontradas en lo que a inmigración se refiere, de otro, las huelgas de hambre y las detenciones siguen acaparando titulares.
El panorama actual tiene en la portada mujeres – madres desesperadas – haciendo huelgas de hambre y tratando de presionar a las autoridades migratorias para que las dejen en libertad. Esa es una fotografía muy deprimente de un país al que el asunto migratorio le quedó grande.
Y si damos una mirada rápida, incluso distraída, es fácil ver que éste es un juego en el que pocos ganan. Los inmigrantes y las familias son los primeros perdedores, que entran sin ventaja a una ruleta que al final, puede dejarlos sin nada.
El gobierno, ha perdido en un juego político, que no supo manejar, y al cierre de la jornada deberá jugársela toda para volver a ganarse el favor de una decepcionada comunidad hispana. ¿Tendrá posibilidades?
Ganan, quizá, los candidatos que usan siempre – en ambos lados de la mesa – el asuntito de la reforma para ganar votos. Y ganan también, sin lugar a dudas, aquellos que se benefician con el caos. La pregunta que tenemos que hacernos es ¿Quiénes son?
¿Quiénes pueden beneficiarse cuando las cárceles están llenas de inmigrantes indocumentados?
¿A quiénes beneficia que las madres estén separadas de sus hijos? ¿Quiénes llenan sus arcas mientras los mantienen y los mantienen y los mantienen en prisión antes de deportarlos?
El eterno asunto de la inmigración, que viene marcando generaciones de hispanos – para no hablar de otros grupos – debe empezar a tomarse en serio.
Es claro que las campañas, las marchas, las huelgas de hambre y los cabildeos temporales – entre otros esfuerzos, no están dando resultado.
La reforma migratoria parece el fantasma de una mala película de terror. No se materializa. Y mientras tanto pierde la gente, pierde el país, pierden los niños, pierden los padres y pierden las madres.
¿Quién gana?
Es hora de empezar a mirar seriamente quién – o quiénes – ganan en realidad este juego macabro en el que el sufrimiento parece ser la regla principal.
Muy seguramente, respondiendo esa pregunta, podremos empezar a descubrir cuál es el camino para llegar a la tan anhelada reforma, esa con la que sueñan los miles y miles de inmigrantes honrados que día a día le entregan a este país sus horas de sudor, su trabajo, su vida.
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