El presidente de México, Enrique Peña Nieto, está muy frustrado. Aparentemente nada de lo que hace es aplaudido o reconocido. Se acabó de dar el crédito por el arresto de dos gobernadores que estaban prófugos y, aún así, las redes sociales estaban llenas de sospechas, memes y críticas.
Ante la frustración, Peña Nieto se refugió en el albur y el machismo. “No hay chile que les embone. Si no los agarramos, porque no los agarramos; si los agarramos, porque los agarramos”, dijo a un grupo de reporteros tras un acto público.
No hay duda que los arrestos del ex gobernador de Tamaulipas, Tomás Yarrington, y del ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte, son buenas noticias. Están acusados de robarse millones de dólares y de múltiples actos de corrupción. Pero el crédito de su detención hay que dárselo a los gobiernos de Italia y Guatemala, respectivamente.
En el caso concreto de Duarte, Peña Nieto lo pudo arrestar antes de que se escapara de México, y ni siquiera trató. Por eso las sospechas y las burlas al mandatario.
Las acusaciones de corrupción contra Duarte eran parte de un largo expediente creado desde el 2010. ¿Qué estaba esperando Peña Nieto?
El primer problema es de imagen. Hay una fotografía que muestra a Peña Nieto y a Javier Duarte, ambos priístas, abrazados y muertos de la risa. Parece que son de esos amigos que se pican el ombligo. Además, Duarte apoyó abiertamente la candidatura presidencial de Peña Nieto en el 2012 y el Presidente, recíproco, alabó a Duarte en una entrevista de televisión, diciendo que era parte de una nueva generación de políticos. O sea, eran cuatachos o aparentaban serlo.
El segundo problema es más grave. Sugiere complicidad, tolerancia o total ineptitud y negligencia por parte del gobierno de Peña Nieto.
El actual gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, me hizo las cuentas de lo supuestamente robado por Duarte. “Lo que ha acreditado la Auditoría Superior de la Federación es que fueron desviados en todo el periodo aproximadamente $2.500 millones de dólares”, me dijo Yunes en una entrevista. “Y de recursos estatales, la Auditoría Superior del Estado ha considerado que fueron $1.000 millones de dólares más”.
Pregunta: ¿Cómo te robas $3.500 millones de dólares sin que se entere el Pesidente? El gobierno de Peña Nieto le envió un dineral al de Duarte para salud, educación y seguridad pública. Y Peña Nieto nunca le preguntó a Duarte, “Oye, ¿cómo te gastaste el billete que te envié?”
Lo menos que podemos esperar de un Presidente es que vigile que los gobernadores no se roben el dinero de los mexicanos. ¿Acaso no es ese parte del trabajo del Presidente? Si no lo es, que por favor nos avise.
El tercer problema es de credibilidad. Ya pocos le creen a Peña Nieto, y mucho menos si se trata de asuntos de corrupción.
¿El mismo Presidente que permitió que su esposa adquiriera una casa de siete millones de dólares de un contratista de su propio gobierno es el que ahora se quiere presentar como el zar anticorrupción?
El mismo Presidente que, en un discurso, dijo que los arrestos de Yarrington y Duarte son una muestra de su compromiso contra la impunidad puso a uno de sus subordinados, Virgilio Andrade, a que investigara el asunto de la Casa Blanca. El salario y el puesto del investigador dependía de la voluntad del investigado. Claro, el Presidente y su esposa fueron exonerados.
Por eso nadie le aplaude.
Antes de dejar Los Pinos, el presidente José López Portillo se construía una horrenda mansión conocida por los mexicanos como “la colina del perro”. Su costo excedía por mucho la suma de salarios de toda una vida como funcionario público. Entonces creí que nunca más se repetiría en México un abuso tan burdo y de esas dimensiones.
Bueno, con lo que supuestamente se han robado Duarte y otros gobernadores se podrían construir cientos de “colinas del perro”. Es una jauría y el impacto se verá pronto. El voto antisistema en Gran Bretaña, Estados Unidos, Filipinas y Colombia podría tener su versión mexicana en las elecciones presidenciales del 2018.
¿Cómo se roban $3.500 millones de dólares en México? Muy fácil: frente a los ojos entreabiertos del gobierno de Peña Nieto.
(Jorge Ramos, periodista ganador del Emmy, es el principal director de noticias de Univision Network. Ramos, nacido en México, es autor de nueve libros de grandes ventas, el más reciente de los cuales es “A Country for All: An Immigrant Manifesto”.)
(¿Tiene algún comentario o pregunta para Jorge Ramos? Envié un correo electrónico a Jorge.Ramos@nytimes.com. Por favor incluya su nombre, ciudad y país.)
How to Steal $3.5 Billion
By Jorge Ramos
Enrique Peña Nieto, the president of Mexico, is very frustrated these days. The public is refusing to acknowledge, much less applaud, any of his accomplishments. For instance, authorities in Italy and Guatemala recently arrested two former Mexican state governors who went on the run after being accused of widespread corruption. Peña Nieto took credit for their capture, yet Mexicans welcomed the news with suspicion, criticism and memes on social media.
Annoyed, Peña Nieto shot back at his cynical constituents, insisting to reporters that “there’s no way to please them.” He’s damned if he captures these fugitives and damned if he doesn’t, he complained.
The capture of Tomas Yarrington, of the Mexican state of Tamaulipas, and Javier Duarte, from the state of Veracruz, was indeed good news. These former officials are accused of stealing millions of dollars and face several counts of corruption.
But credit for their apprehension should go not to the Peña Nieto administration but rather to the governments of Italy and Guatemala, where Yarrington and Duarte were caught, respectively.
Besides, Peña Nieto could have had Duarte arrested last year before he fled, but the president didn’t even try. The charges leveled against Duarte extend back to 2010, when a lengthy file was created on him — so what was Peña Nieto waiting for? This is one reason why people in Mexico are suspicious and have resorted to cynicism and mockery.
Another reason has to do with a picture from 2012 making the rounds on social media. It shows Peña Nieto and Duarte, both members of the Institutional Revolutionary Party, embracing, laughing and seemingly having the time of their lives. Duarte openly supported Peña Nieto’s presidential bid in 2012, and the president reciprocated by praising Duarte on television, saying that the governor was a member of a promising new generation of Mexican politicians. In other words, they were buddies — or that’s what it looks like.
People are also not happy with the Peña Nieto administration because the scope of the crimes allegedly committed by Duarte is so large, which suggests either complicity or utter incompetence on the part of the government. Miguel Angel Yunes, the current governor of Veracruz, did the math and told me in a recent interview that Duarte, during his time in office between 2010 and last year, allegedly diverted about $2.5 billion in federal funds andanother roughly $1 billion in state funds.
How does one steal $3.5 billion without officials noticing? Peña Nieto’s government was presumably sending taxpayer funds to Veracruz for health care, education and public safety. And Peña Nieto never thought to ask Duarte, “Hey, how did you spend the money I sent you?”
Perhaps that shouldn’t surprise us. After all, this is the same president who claimed that the arrests of Yarrington and Duarte were evidence of his commitment to fighting corruption. This is also the president who assigned one of his subordinates, Virgilio Andrade, to investigate the first lady’s purchase of a luxury home from a government contractor a couple of years ago. Of course, both Peña Nieto and his wife, Angelica Rivera, were quickly cleared of any wrongdoing, which is to be expected when the person investigating you also depends on you for his livelihood. Situations like these are the reasons that nobody applauds this president.
Before leaving office in 1982, President José López Portillo built a horrendous five-mansion estate in Mexico City known as Dog Hill. Of course, the cost of the sprawling property famously exceeded Portillo’s combined earnings after a lifetime of civil service. After that, I thought that the magnitude of such corruption would never be seen again in Mexico. But I was wrong: Hundreds of Dog Hills could be built with all the money that Duarte and other former officials are alleged to have stolen.
The impact of such impunity could have wide-ranging consequences in Mexico. In fact, we could see successful anti-establishment votes in next year’s presidential election, just as we’ve seen in the U.S., the U.K., the Philippines and Colombia.
So how do you steal $3.5 billion in Mexico? Easy: Just do it under the half-open eyes of the Peña Nieto administration.