By Angie Baldelomar
Juan Carlos Soria, a 35-year-old Kansas City area resident, vividly remembers the one time he got physically bullied.
It was some time in middle school. Soria was walking from the store back to his house after getting groceries. He was carrying a gallon of milk and two cans of concentrated milk. Then, four guys surrounded him. They pushed him around and started hitting him.
“Just to prove a point that they could, … that I was an easy target,” Soria said.
After the run-in with the group of guys, Soria went home, still in shock, he said.
Since he was a boy, Soria has always been more feminine than his male peers. Because of that, he got picked on in school.
“I was never accepted as one of the guys because I didn’t fit in with the normal definition of what society expects a man to be,” Soria said.
But other than the incident involving the four guys, Soria said he was never physically bullied, as it’s shown on television and in films. Instead, he was called names and constantly told he wasn’t a man, that he was weak. The name-calling increased when he came out as gay at age 14.
Surprisingly, Soria found his parents and sister to be supportive.
“I already had a suitcase packed,” he said. “I was so sure they were going to kick me out.”
Soria found considerable understanding from his family through his process of coming out. His mother made him read the Ten Commandments so many times he memorized them. She asked him if being gay prevented him from following any of the commandments as a way of showing acceptance, not only from her, but also from the family’s Catholic faith. As a result, his faith grew, he said.
Soria expected the same support to come from his church community. That didn’t happen.
“I learned about another type of bullying, where they thought I should be rejected,” he said. “If my family wouldn’t do it, they would.”
Soria’s family supported him in other ways. For the better part of his school years, he had the protection of his older sister. She was tough, and people knew not to mess with her, he recalled. Soria felt confident she would stand up for him.
“It took me a while to step out of that place where I felt protected and grow into myself,” he said. “It took me a while to put my foot forward and take a stand, owning up to who I am.”
Based on his experiences, Soria suggests using art as an outlet to overcome the feelings of weakness and anger one experiences when one is bullied. He recommends that parents be supportive and help their kids find that creative channel.
For Soria, that outlet was dancing.
“It’s a good way for (children) to work on the trauma,” he said. “Therapy is good, talking about it is good.”
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Latino del área recuerda experiencias de ser intimidado
Juan Carlos Soria, un residente del área de Kansas City de 35 años, recuerda vívidamente la vez que fue intimidado físicamente.
Fue en algún momento en escuela intermedia. Soria caminaba de la tienda a su casa después de comprar alimentos. Traía un galón de leche y dos latas de leche concentrada. Entonces, cuatro chicos lo rodearon. Lo empujaron y comenzaron a golpearlo.
“Sólo para probar que podían, … que yo era un blanco fácil”, Soria dijo.
Después del altercado con el grupo de muchachos, Soria se fue a su casa, todavía en estado de shock, recuerda.
Desde que era niño, Soria siempre ha sido más femenino que sus compañeros masculinos. Por eso, lo molestaron en la escuela.
“Nunca fui aceptado como uno de los chicos porque no encajaba con la definición normal de lo que la sociedad espera que sea un hombre”, Soria dijo.
Pero aparte del incidente que involucró a los cuatro chicos, Soria dijo que nunca fue intimidado físicamente, como se muestra en televisión y en películas. En cambio, le llamaron nombres y constantemente le dijeron que no era un hombre, que era débil. Los insultos aumentaron cuando salió como gay a los 14 años.
Sorprendentemente, Soria encontró el apoyo de sus padres y hermana.
“Ya tenía una maleta lista”, dijo. “Estaba tan seguro de que iban a -echarme”.
Soria encontró una comprensión considerable de su familia a través de su proceso de salir del closet. Su madre lo hizo leer los Diez Mandamientos tantas veces que los memorizó. Ella le preguntó si ser homosexual le impedía seguir alguno de los mandamientos como una forma de mostrar aceptación, no sólo de ella, sino también de la fe católica de la familia. Como resultado, su fe creció, dijo.
Soria esperaba el mismo apoyo de parte de su comunidad en la iglesia. Eso no ocurrió.
“Aprendí sobre otro tipo de acoso, donde pensaron que debería ser rechazado”, reveló. “Si mi familia no lo haría, ellos lo harían”.
La familia de Soria lo ayudó en otras formas. Durante la mayor parte de sus años escolares, tuvo la protección de su hermana mayor. Ella era dura, y la gente sabía que no debía meterse con ella, recordó. Soria estaba segura de que ella lo defendería.
“Me tomó un tiempo salir de ese lugar donde me sentía protegido y crecer en mi mismo”, dijo. “ Me tomó tiempo poner mi pie adelante y tomar una posición, ser quien soy”.
En base a sus experiencias, Soria sugiere usar el arte como una salida para superar los sentimientos de debilidad y enojo que uno experimenta cuando uno es intimidado. Él recomienda que los padres apoyen y ayuden a sus hijos a encontrar ese canal creativo.
Para Soria, esa salida fue la danza.
“Es una buena forma para que (los niños) superen el trauma”, dijo. “La terapia es buena, hablar de lo que está sucediendo es bueno”.