Otra vez nos enteramos de casos de brutalidad de la policía gracias a videos tomados en un celular. Esta vez, en México.
El lunes 4 de mayo, alrededor de las 9:30 de la noche, Giovanni López, un albañil de 30 años, se encontraba frente a su casa en Ixtlahuacán de los Membrillos, en el estado mexicano de Jalisco, cuando lo detuvieron policías municipales. Su hermano Christian me contó en una entrevista que les preguntaron si traían cubrebocas. Como no los llevaban puestos, según su relato, arrestaron a Giovanni y lo golpearon. Christian se zafó de los policías y empezó a grabar con el celular lo que ocurría.
A la mañana siguiente del arresto, los familiares de Giovanni fueron a buscarlo a la estación de policía y ahí se enteraron de que había muerto. “¿Por qué con tantos detenidos fue al único que quisieron pegarle hasta matarlo y darle un balazo [en la pierna]?”, me dijo Christian.
Tras la muerte de Giovanni, el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, dijo en una entrevista de televisión que “no hay ningún elemento hasta ahora en la investigación que diga que este asunto tuvo que ver con el tema de los cubrebocas”. Pero Christian no está de acuerdo. “Eso es mentira”, dijo en nuestra conversación, porque por la pandemia “él dio la orden de usar cubrebocas obligatoriamente”.
Por casi un mes, Christian guardó el video del arresto de su hermano. “Nos esperamos por las amenazas”, aseguró. Temía por su vida y la de su familia. Pero al sospechar que la muerte de su hermano quedaría impune, lo dio a conocer.
Desde entonces se desató la indignación social. “No es abuso de autoridad. Es asesinato. El sinsentido —la locura absoluta— es que ocurra un asesinato a nombre de un asunto de salud pública”, escribió el director Guillermo del Toro en un tuit. No sería el único sinsentido: irónicamente, las protestas ciudadanas al asesinato de Giovanni terminaron en más represión violenta por la policía.
El 11 de junio, después de la aparición del video y de las protestas, la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco emitió un informe en el que concluye, tras una investigación, que Giovanni fue víctima de “una ejecución extrajudicial” por parte de la policía municipal.
El caso de Giovanni tiene un paralelo en Estados Unidos. Casi al mismo tiempo, el video del asesinato de George Floyd a manos de la policía de Mineápolis ya estaba provocando fuertes protestas. En México no fue distinto. El 4 de junio, cientos de manifestantes protestaron por el asesinato de López frente al Palacio de Gobierno en Guadalajara, la capital de Jalisco. Y lo que vi —gracias a reportes en vivo de la televisión local, videos subidos a YouTube y en las redes— son varios incidentes de abuso policial.
En uno de los videos se ve a un joven con una camiseta verde siendo arrastrado por tres policías. Uno de ellos le da una patada y otro lo golpea con fuerza por la espalda. ¿No es esa una franca violación de los derechos humanos? También se ve cómo varios agentes cargaron por cada una de sus extremidades a un joven que no ofrecía resistencia. Y se ve a un policía encapuchado poner su rodilla sobre la cabeza de un manifestante. Fueron sólo unos segundos, pero una llave parecida —durante casi 9 minutos— le quitó la vida a George Floyd. ¿Por qué la policía usa todavía este tipo de estrangulamiento contra civiles?
Ante la actuación de las fuerzas policiacas en las manifestaciones, el gobernador Alfaro dijo que “la policía actuó con toda la prudencia […] para resistir un embate de gente que venía a provocarlos. […] Lo que tuvo que hacer la policía fue un acto de disciplina y valentía”. En otras declaraciones, el gobernador también señaló intereses “desde los sótanos del poder” para infiltrar gente en las protestas y así dañar su a gobierno.
Sí, en los videos de las protestas se ven patrullas quemadas, comercios pintados, oficinas dañadas y una grabación muestra cómo le prendieron fuego a un agente. La violencia es injustificable. Pero la conducta de los cuerpos policíacos fue de clara represión. No de prudencia.
Esto continuó el 5 de junio frente a la Fiscalía del estado, a donde fueron llevados muchos de los detenidos del día anterior. De nuevo, videos de celulares y de televisión grabaron a supuestos policías ministeriales vestidos de civiles y sin placas golpeando con palos a manifestantes que exigían la liberación de los arrestados.
Se hace evidente el patrón de brutalidad policíaca: primero con el arresto y asesinato de Giovanni, y luego durante las protestas en Guadalajara. No tiene ningún sentido que las manifestaciones contra los excesos policiales terminen en más violaciones a los derechos humanos y en más violencia impartida por el gobierno. Y no debemos olvidar que todo comenzó por el asesinato de un joven inocente.
“El pueblo ya está enfadado de tantas injusticias que tiene el gobierno de Jalisco”, me dijo Christian antes de despedirse. “Yo desconozco si hubo infiltrados o no. Yo vi que era pura ciudadanía de Jalisco que pedía justicia”.
En un país donde muchos mexicanos le tienen miedo a la policía, este es el momento de exigir un cambio. Pero ese reclamo tan legítimo no se puede reprimir y los hechos de estas semanas no se pueden politizar en un enfrentamiento entre un gobernador y el gobierno federal.
Es hora de tomar medidas urgentes que eviten la brutalidad policíaca y la rampante corrupción. Y, si todo falla, tenemos los celulares en la mano y las redes sociales a un clic. La muerte de Giovanni no debe quedar en vano. ¿Es mucho pedir que en México la policía proteja y cuide en lugar de reprimir y matar?