Divulgando la cultura en dos idiómas.

Lecciones para ser presidenta

By Jorge Ramos

LA ESPERANZA DE LAS MUJERES DE ALCANZAR LAS MÁXIMAS POSICIONES DEL GOBIERNO EN ESTADOS UNIDOS LLEVA DEMASIADO TIEMPO EN SUSPENSO.
MIAMI — En febrero, antes de que el distanciamiento social fuera una regla, tuve la oportunidad de entrevistar a Sonia Sotomayor, la jueza de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, para mi pódcast, Contrapoder. Sophie McLoud, una niña de 10 años, estaba ahí, escuchando nuestra conversación, y al final le planteó una pregunta a la jueza, la primera latina en su posición: “¿Tú crees que una niña como yo puede ser presidenta de Estados Unidos?”. La maravillosa respuesta de la jueza Sotomayor a Sophie es una lección para todos. Pero empecemos con lo último.
En los próximos días, el virtual candidato presidencial por el Partido Demócrata, Joe Biden, va a decidir quién será su candidata a la vicepresidencia. Además de la posibilidad histórica de escoger a una afroamericana como su compañera de fórmula, el entusiasmo también estriba en que esa mujer podría convertirse, eventualmente, en la primera presidenta de Estados Unidos.
La esperanza de las mujeres de alcanzar las máximas posiciones del gobierno lleva mucho tiempo. Aún recuerdo con nostalgia una entrevista que le hice en 1984 en Los Ángeles a Geraldine Ferraro, la primera mujer en ser candidata a la vicepresidencia de uno de los dos partidos políticos tradicionales de Estados Unidos. Tengo una foto con ella en la que aparece con el puño levantado.
Ferraro y el candidato presidencial, Walter Mondale, perdieron esa elección frente a Ronald Reagan. Pero así la recuerdo; como una guerrera.
Tras la derrota de la campaña presidencial de Hillary Clinton en 2016 es difícil entender cómo uno de los países más ricos y poderosos del mundo nunca ha escogido a una mujer para la Casa Blanca. Otros países del hemisferio —Nicaragua, Panamá, Chile, Argentina, Brasil, Costa Rica— han tenido presidentas. No Estados Unidos.
Aunque hay cada vez más participación de las mujeres en los principales puestos de la política estadounidense —desde gobernadoras hasta la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi— Estados Unidos no figura entre las principales naciones del mundo en cuanto al porcentaje de mujeres en su congreso local. Apenas ocupa el lugar número 83, según la Unión Interparlamentaria, una organización de parlamentos a nivel mundial. Actualmente sólo hay 101 mujeres con voto en la Cámara de Representantes de Estados Unidos (o un 23 por ciento del total).
¿Qué se puede hacer para lograr una mayor igualdad política? “Necesitas leyes y necesitas una estructura para alcanzar igualdad de genero”, dijo en CNN la primera ministra de Finlandia, Sanna Mirella Marin, quien a los 34 años es la líder más joven del mundo. “Eso no pasa por sí mismo”. En Finlandia, por ejemplo, las leyes obligan a que haya al menos un 40 por ciento de mujeres en algunos puestos gubernamentales que no son de elección popular.
En Estados Unidos no hay leyes parecidas a las de Finlandia. Pero si se ratificara el Equal Rights Amendment (ERA), propuesto en 1923, habría un gran avance. Esa enmienda a la Constitución dice simple y llanamente: “La igualdad de derechos bajo la ley no debe ser negada o coartada por Estados Unidos o por ninguno de los estados debido al género”. ¿Podría un nuevo congreso en 2021 eliminar los obstáculos legales que ha impedido que se apruebe por casi un siglo?
Y esto nos lleva a la entrevista que tuve a principios de año en Miami con la jueza Sotomayor. Ella había publicado poco antes un libro para niños llamado Just Ask! Be Different, Be Brave, Be You en el que habla de las cosas que nos hacen fuertes y distintos. Hablamos de las experiencias que inspiraron su escritura, de su problema con la diabetes —que la obliga a inyectarse insulina varias veces al día— y de cómo enfrentar el miedo.
“Cuando me nombraron para la Corte Suprema tenía yo un miedo terrible. Es un trabajo grandísimo. ¿Quién vive la vida sin miedo?”, me dijo en español. “Pasé momentos diciendo: ‘No quiero hacer este trabajo’. No estaba segura de que lo podía hacer bien. Y casi casi le dije que no al presidente de Estados Unidos. Unas amistades mías oyeron que yo estaba dudando, y una de ellas vino y me dijo: ‘Mira, Sonia, para de pensar en ti. This is not about you. Esto es de todas las nenas pequeñitas que te van a mirar en esa posición’”.
Niñas como Sophie, quien nos escuchaba atentamente. Al final de la entrevista y venciendo los ojos vigilantes de los adultos, se acercó a la jueza para preguntarle si ella, una niña latina, algún día podría ser presidenta de Estados Unidos. La jueza le dio un abrazo y luego su respuesta: “Sí, sí”, le dijo, en lo que se convertiría en una verdadera lección de vida.
“Primero, una niña como tú tiene que soñar en grande siempre”, le dijo Sotomayor.
“Segundo, nunca puedes dejar que nadie te diga que no lo puedes hacer. Porque al minuto que te lo digan, tienes que reaccionar como yo. ¿Tú me dices a mí que no lo puedo hacer? Yo te voy a enseñar que lo puedo hacer. […] Tercero, tienes que estudiar, estudiar y estudiar. Es la única manera de lograr lo que quiere hacer uno en la vida. La educación es la llave al futuro. […] Y, cuarto, tienes que trabajar fuerte. En la vida nadie ni nada te da algo. Tú te tienes que ganar todo en esta vida. Y para hacer eso, entre la educación y trabajando fuerte, son las dos maneras de ser presidenta de Estados Unidos”.
Antes de despedirse, la jueza Sotomayor volvió a abrazar a Sophie y le pidió un favor. “Espero que yo esté viva cuando tú seas presidenta de Estados Unidos”, le dijo, y le expresó su deseo de tomarle el juramento constitucional cuando ese día llegue.
Y espero, yo también, estar frente a las dos. Pero para que eso ocurra se necesita mucho más que buenas intenciones y un enorme trabajo personal. Entiendo que la idea de cuotas es rechazada en un país que le gusta pensarse a sí mismo como una meritocracia. La realidad es que si no imponemos porcentajes mínimos de género —como hacen en Finlandia— en los consejos de gobierno de las ciudades y en las comisiones estatales, será difícil romper con los prejuicios y las actuales desigualdades. Lo que nos falta es un sentido de urgencia y nuevas reglas que reflejen nuestra indignación.
Las mujeres latinas debe enfrentar una doble carga de obstáculos. Es por eso que cuando una latina como la jueza Sotomayor, jóvenes dreamers logran cambiar las leyes o se elige a una nueva gobernadora o senadora hispana, ellas le abren el camino a quienes vienen detrás.
Sophie, sí, algún día podrá ser la primera presidenta latina de Estados Unidos. Pero antes tiene que haber muchas como ella que le vayan abriendo el camino. Y, como dijo la primera ministra Marin: “Eso no pasa por sí mismo”.

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