Divulgando la cultura en dos idiómas.

Kamala Harris, hija de inmigrantes

By Jorge Ramos

En medio de uno de los momentos más polarizados de su historia reciente y en plena pandemia, Estados Unidos de pronto mostró uno de esos destellos de su grandeza: el Partido Demócrata escogió a una hija de inmigrantes para ser su candidata a la vicepresidencia. La senadora de California Kamala Harris acompañará al virtual candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, a buscar la presidencia en las elecciones de noviembre.
Harris es el rostro del Estados Unidos que se anuncia: una mujer negra con origen de India y Jamaica. Si el futuro es femenino, también es diverso.
Kamala Harris, de 55 años de edad, es hija de una prominente investigadora de cáncer de la India, Shyamala Gopalan, y de un profesor de economía de Jamaica, Donald Harris. (Él vive pero su madre murió de cáncer de colon en 2009.) Ambos viajaron a Estados Unidos para estudiar sus doctorados y se conocieron durante las protestas a favor de los derechos civiles en Oakland, California. “Mis padres marcharon y gritaron en el movimiento de los derechos civiles en los años sesenta”, dijo alguna vez en su cuenta de Instagram. “Y es por ellos […] que estoy donde estoy. Ellos me abrieron el camino para convertirme en la segunda mujer negra elegida al Senado de Estados Unidos”.
Ella entiende, como pocos, lo que es ser inmigrante o hija de inmigrantes en un estado multiétnico como California, que tiene el mayor número de extranjeros del país. “La última vez que revisé, uno de cada dos californianos nació fuera de Estados Unidos o es hijo de alguien que nació fuera de Estados Unidos. Y yo soy una de ellos”, me dijo durante una entrevista en noviembre pasado en Long Beach, California, antes de la pandemia y cuando todavía aspiraba a la candidatura de su partido a la presidencia de Estados Unidos. “El asunto de la migración —y por extensión los temas que afectan a la comunidad latina— son algo muy personal para los californianos y para mí”.
Y luego se refirió a uno de los peores ataques en contra de los latinos en la historia moderna de Estados Unidos: la matanza de 23 personas en una tienda de Walmart en El Paso, Texas, el 3 de agosto de 2019. “La gente me pregunta si Donald Trump es responsable por la masacre en El Paso. Y yo les he dicho: obviamente él no disparó, pero ciertamente ha dado las municiones a través de Twitter”.
Kamala Harris dice lo que piensa, no tiene miedo de enfrentar directamente al presidente Trump y su candidatura despierta a una somnolienta campaña presidencial que ha estado opacada por la pandemia de la COVID-19. El 3 de noviembre los estadounidenses decidirán si eso es lo que quieren.
Las alternativas no pueden ser más distintas. Por el lado del Partido Republicano tenemos a dos hombres blancos de origen europeo; por el Partido Demócrata, a Biden y a una mujer negra, hija de inmigrantes.
Lo que es indiscutible es la dirección que está tomando Estados Unidos. El país es, cada vez más, menos blanco y más diverso. En unos veinte años los blancos dejarán de ser una mayoría y la nación será una mezcla de grupos minoritarios, según una proyección de 2014 de la oficina del censo estadounidense.
Y a pesar de las medidas antiinmigrantes del presidente Trump, Estados Unidos sigue siendo el país con el mayor número de inmigrantes del mundo. Actualmente somos alrededor de 40 millones de inmigrantes en el país. Uno de cada cinco inmigrantes en el mundo —como los padres de Kamala— vive aquí.
Contrario a la narrativa promovida por Trump desde el inicio de su campaña electoral —ha dicho, por ejemplo, que los inmigrantes mexicanos son criminales y violadores— la realidad es muy distinta. Casi la mitad de las principales compañías de Estados Unidos—de las llamadas Fortune 500— fueron creadas por inmigrantes o por sus hijos. Y, como se ha estudiado ampliamente, los inmigrantes aportan mucho más a la economía que lo que toman de ella (immigrant surplus, le dicen en inglés).
Ciertamente hay muchas cosas que no funcionan bien en Estados Unidos. La pandemia ha revelado que uno de los países más poderosos y ricos del mundo no ha sido capaz de proteger a los más vulnerables. La disparidad racial y de género es patente. Y en mis 37 años de inmigrante no recuerdo un momento de mayor división política que el actual. Pero, a pesar de todo, aún es válida la promesa de que cualquier persona —incluyendo a una hija de inmigrantes de India y Jamaica— puede aspirar a los más altos puestos del país.
Estados Unidos se parece mucho más a Kamala Harris que a Donald Trump. Pronto sabremos cuál es rumbo que el país quiere seguir.

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