People worldwide honor their dead, often in celebrations held in waning summer or autumn. Customs, rituals and traditions vary by country, region and religion, as does the duration of the respective observances. Some last a day or two or more; others take up an entire month. Some are rooted in ancient festivals, early Christianity or paganism and are associated with the fall harvest.
Japanese people commemorate their ancestors during the Obon festival, colloquially known as the Japanese Day of the Dead; Buddhists and Taoists during the monthlong Hungry Ghost Festival. Mexicans and some Central Americans have Día de los Muertos, Day of the Dead. It takes place on Nov. 1, All Saints Day and Nov. 2, All Souls Day.
It’s most closely identified with Mexico where it began, but Day of the Dead observances have been mainstreamed here in the U.S. Museums feature special exhibits. Libraries host Día de los Muertos-inspired programs. Schools plan cultural and educational activities. Performing arts institutions stage relevant performances. Clubs and community centers celebrate Día de los Muertos with programs for various age groups. Some pro and college sports teams also give a nod with themed game days. And it’s normal to find an ofrenda or altar honoring dead loved ones; pan de Muerto (bread of the dead); or Calavera de Azucar (colorfully ornate sugar skulls). These symbols of Día de los Muertos were imported by Mexican immigrants and their descendants. Native-born Americans whose ancestors hail from everywhere as well as newcomers from abroad have embraced the custom.
They recognize the value of tradition and capitalize on opportunities to engage with others’ cultures. Traditions foster our sense of belonging, of connectedness and unite us and our roots and each other. They offer a source of stability. They impart life lessons and cultural insights. During turbulent or troubling times especially, traditions are “emotional anchors;” they suggest comfort, continuity, familiarity.
Traditions are about more than any individual; they’re about the entire family – ancestors and the generations to come. The rituals and routines handed down to us connect us to those loved ones who came before. Teaching them to our children cultivates in them that precious sense of connection. Learning about and celebrating holidays such as Día de los Muertos draws families closer. Ceremoniously honoring and remembering the lives of deceased relatives and ancestors connects us to them joyfully, respectfully and meaningfully.
Honrando a los antepasados y a los difuntos
En todo el mundo, las personas honran a sus muertos, a menudo en celebraciones que se celebran al final del verano o en otoño. Las costumbres, rituales y tradiciones varían según el país, la región y la religión, al igual que la duración de cada celebración. Algunas duran uno o dos días o más; otras, un mes entero. Algunas tienen sus raíces en festivales antiguos, el cristianismo primitivo o el paganismo, y se asocian con la cosecha de otoño.
Los japoneses conmemoran a sus antepasados durante el festival Obon, conocido coloquialmente como el Día de los Muertos japonés; los budistas y taoístas durante el Festival de los Fantasmas Hambrientos, que dura un mes. Los mexicanos y algunos centroamericanos celebran el Día de los Muertos. Se celebra el 1 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, y el 2 de noviembre, Día de Todos los Santos.
Se identifica más estrechamente con México, donde se originó, pero las celebraciones del Día de los Muertos se han generalizado en Estados Unidos. Los museos presentan exposiciones especiales. Las bibliotecas ofrecen programas inspirados en el Día de los Muertos. Las escuelas planifican actividades culturales y educativas. Las instituciones de artes escénicas presentan espectáculos relevantes. Los clubes y centros comunitarios celebran el Día de los Muertos con programas para diferentes grupos de edad. Algunos equipos deportivos profesionales y universitarios también participan con días de juego temáticos. Y es habitual encontrar una ofrenda o altar en honor a los seres queridos fallecidos; pan de muerto; o calaveras de azúcar decoradas con colores vibrantes. Estos símbolos del Día de los Muertos fueron importados por los inmigrantes mexicanos y sus descendientes. Tanto los estadounidenses nativos cuyos antepasados provienen de todas partes, como los recién llegados del extranjero, han adoptado la costumbre.
Reconocen el valor de la tradición y aprovechan las oportunidades para interactuar con otras culturas. Las tradiciones fomentan nuestro sentido de pertenencia, de conexión y nos unen a nuestras raíces y entre nosotros. Ofrecen una fuente de estabilidad. Transmiten lecciones de vida y conocimientos culturales. Especialmente durante tiempos turbulentos o difíciles, las tradiciones son “anclas emocionales”; brindan consuelo, continuidad y familiaridad.
Las tradiciones van más allá de cualquier individuo; involucran a toda la familia: a los antepasados y a las generaciones venideras. Los rituales y rutinas que nos han sido transmitidos nos conectan con nuestros seres queridos que nos precedieron. Enseñar estas tradiciones a nuestros hijos cultiva en ellos ese valioso sentido de conexión. Aprender sobre festividades como el Día de los Muertos y celebrarlas une aún más a las familias. Honrar y recordar solemnemente la vida de los familiares y antepasados fallecidos nos conecta con ellos de manera alegre, respetuosa y significativa.







