Commentary by Tere Siqueira
The Day of the Virgin of Guadalupe remains relevant – and not just in Mexico, the country of its roots.
Observed on Dec. 12 (and Dec. 13, in some places), the holiday marks the appearance of the Virgin Mary in 1531 at Tepeyac Hill in present-day Mexico City to Juan Diego, an Indigenous man. According to Juan Diego, the figure spoke in Nahuatl, appeared with brown skin and wore a turquoise cloak. Over the centuries, that image became known as Our Lady of Guadalupe and has become one of the most recognized expressions of faith in Mexican life. As time passed and migration reshaped communities across continents, however, Our Lady of Guadalupe’s image began to appear in places far from her historical origins, gradually becoming a global cultural and spiritual reference.
Our Lady of Guadalupe’s connection to migrant communities has been especially meaningful, evolving into a symbol of cultural survival. For generations, her image has offered a sense of continuity to people who find themselves between spiritual, social and/or geographic worlds. Migrants have carried her with them, not just in prayer cards or candles, but also on murals, in tattoos and on altars that anchor them to their roots. Whether painted on the walls of a corner store in Kansas City, Missouri, or stitched onto a jacket in Los Angeles, she reminds people of who they are and where they come from, even when the language, customs and terrain around them feel unfamiliar.
The icon’s reach extends beyond the Americas. During the Colonial Era, trade routes linked Mexico and the Philippines, allowing religious images to circulate across the Pacific. Throughout the centuries, Filipino communities have integrated a devotion to Our Lady of Guadalupe into their own practices. Churches, altars and annual festivities dedicated to her can still be found there. This transoceanic connection shows how cultural symbols adapt to new places while retaining their original significance for those who honor them.
In contemporary life, Our Lady of Guadalupe is present in forms that go beyond traditional religious expression. In addition to the aforementioned murals and tattoos, designers use her image in clothing, accessories and digital media. Community groups display her during vigils, festivals and moments of collective remembrance. These expressions highlight her evolving role as a figure associated with compassion, cultural continuity and protection. Her image resonates with people of varying backgrounds, and this broad appeal contributes to her visibility in both private and public spaces.
For many readers of Dos Mundos, Our Lady of Guadalupe’s presence is already woven into their daily experiences. She appears on neighborhood storefronts, in churches and at family celebrations, often in moments marked by reflection or gratitude. And as communities grow and shift, her meaning continues to evolve, offering a point of connection between the past and present.
Whether seen as a spiritual guide or a cultural emblem, Our Lady of Guadalupe remains relevant to those who navigate life across borders and build bridges between generations and traditions. And so does the holiday named after her.
La Virgen de Guadalupe cruza fronteras y culturas
El Día de la Virgen de Guadalupe sigue siendo una celebración vigente —y no solo en México, el país donde tiene sus raíces.
Conmemorado el 12 de diciembre (y en algunos lugares el 13), este día recuerda la aparición de la Virgen María en 1531 en el cerro del Tepeyac, en lo que hoy es la Ciudad de México, ante Juan Diego, un hombre indígena. Según su relato, la figura hablaba en náhuatl, tenía la piel morena y vestía un manto color turquesa. Con el paso de los siglos, esa imagen pasó a conocerse como la Virgen de Guadalupe y se convirtió en una de las expresiones de fe más reconocidas en la vida mexicana. Sin embargo, a medida que la migración transformó comunidades a lo largo de distintos continentes, la figura de la Virgen comenzó a aparecer en lugares lejanos a su origen histórico, convirtiéndose poco a poco en un referente cultural y espiritual a nivel global.
La conexión entre la Virgen de Guadalupe y las comunidades migrantes ha sido especialmente significativa, evolucionando hasta volverse un símbolo de supervivencia cultural. Durante generaciones, su imagen ha ofrecido un sentido de continuidad a quienes viven entre mundos espirituales, sociales o geográficos. Muchas personas migrantes la han llevado consigo no solo en tarjetas de oración o veladoras, sino también en murales, tatuajes y altares que los mantienen vinculados a sus raíces. Ya sea pintada en la pared de una tienda de barrio en Kansas City, Misuri, o bordada en una chaqueta en Los Ángeles, su imagen le recuerda a la gente quién es y de dónde viene, incluso cuando el idioma, las costumbres o el entorno les resultan desconocidos.
El alcance del ícono se extiende más allá de América. Durante la época colonial, rutas comerciales conectaban a México con Filipinas, lo que permitió que imágenes religiosas circularan a través del Pacífico. Con el paso del tiempo, comunidades filipinas integraron la devoción a la Virgen de Guadalupe en sus propias prácticas. En Filipinas aún se encuentran iglesias, altares y celebraciones anuales dedicadas a ella. Esta conexión transoceánica evidencia cómo los símbolos culturales pueden adaptarse a nuevos lugares sin perder el significado que tienen para quienes los veneran.
En la vida contemporánea, la Virgen de Guadalupe está presente en expresiones que van más allá de lo religioso. Además de los murales y tatuajes mencionados, diseñadores utilizan su imagen en ropa, accesorios y contenidos digitales. Grupos comunitarios la exhiben durante vigilias, festivales y momentos de memoria colectiva. Estas manifestaciones resaltan su papel cambiante como figura asociada con la compasión, la continuidad cultural y la protección. Su imagen resuena entre personas de distintos orígenes, lo que contribuye a su presencia tanto en espacios privados como públicos.
Para muchos lectores de Dos Mundos, la Virgen de Guadalupe forma parte del día a día. Aparece en vitrinas de comercios, iglesias y celebraciones familiares, especialmente en momentos marcados por la reflexión o el agradecimiento. Y conforme las comunidades crecen y cambian, su significado continúa evolucionando, creando un punto de encuentro entre el pasado y el presente.
Ya sea vista como guía espiritual o como un emblema cultural, la Virgen de Guadalupe mantiene su relevancia para quienes viven entre fronteras y tienden puentes entre generaciones y tradiciones. Lo mismo ocurre con la festividad que lleva su nombre.







