Imagínate que vas a subir a tu auto y un compañero de trabajo te pide que le hagas el favor de llevarlo a su casa. Y tú, amigablemente le dices: “Por supuesto, súbete”.
Comienzan a conversar y de repente te sorprendes cuando te exige: “Cambia esa estación de radio, estoy mareado con tanto regueton. Y apúrate que van cerrar la tintorería y tenemos que pasar a recoger mi ropa. Es más, bájate que voy a manejar porque vas a paso de Tortuga.”
¿Qué harías en una situación como esta? Seguramente, le dirías: “¡Estás loco! Este es mi auto y aquí mando yo”.
Sin embargo, por absurdo que parezca, hay circunstancias en las que entregamos el control de la vida a otros, y dejamos que nos manejen como una marioneta. ¿Cuántas veces has hecho algo en contra de tu voluntad con tal de complacer a alguien para evitar que se enoje?
Hay mujeres que no continuaron una carrera porque su marido les dijo: “¿Cómo le vas a dedicar tiempo a tus hijos si te pasas trabajando?”. También sé de hombres que no pueden ni tan siquiera ir a tomarse una cerveza con los amigos porque sus esposas los tienen controlados.
Y tú, ¿Estás en control de tu vida? Si no lo estás es porque has cedido tu poder a otro. Pero tu puedes tomar el control nuevamente. Solo tienes que enfrentar el miedo a ser criticado o rechazado. Recuerda que no estás haciendo nada ilegal, injusto o absurdo. Aquel que se enoje porque haces lo que disfrutas, es un egoísta que sólo vela por su bienestar. Quien te ama se deleitará en complacerte y jamás querrá controlarte.
Además, ¿sabías que las personas que se sienten en control de sus vidas, no sólo son más felices y optimistas… ¡sino hasta más saludables¡?
Aquellos que mantienen el timón de sus vidas —como el buen chofer que no suelta el volante— siempre encuentran el camino adecuado y llegan a mas rápido a al destino deseado.