By Paula Alzate
Kansas City area minister Leonardo Cabrera had his first Coca-Cola at an older age than most people – and under different circumstances.
Cabrera, who preaches at the Evangelic church Jesucristo El Buen Pastor in Kansas City, Mo., first tasted the soft drink at age 36 upon arriving in the United States from his native Cuba. He came here after being freed from prison in the island nation.
His “crime”: preaching the gospel in Cuba.
Cabrera discovered his calling at age 21, when his wife introduced him to Christianity.
“My wife used to visit the temple until the communists found out and began to threaten (her),” he said during a recent interview. “But that seed was there in her heart, and she passed it to me. So in August of 1985, when my first child was born, I became a Christian.”
Cabrera said he was raised with a communist and materialistic mentality – and was willing to give his life for what he believed. What he believed was what Fidel Castro’s regime had instilled in him: to follow communist leaders.
“I was taught about Che Guevara and Karl Marx, and I wanted to be one of them,” he said. “But when I found Jesus Christ, I thought, ‘This is the leader I want to follow. This leader guides his people beyond death.’ Immediately after that, it wasn’t hard to identify myself with the greatest leader humanity has (ever) had.”
But Christians were persecuted in Cuba, as Cabrera learned firsthand. In 1993, while preaching in his home, Cuban authorities arrested him for allegedly trying to overthrow the government. He remained in prison until 1998.
“I was sentenced … (to) 10 years in prison for preaching the gospel,” he claimed. “They thought I was organizing a group to defeat Fidel Castro’s government.”
He was called a prisoner of conscience, defined as those opposed to the Cuban communist revolution. While in prison, Cabrera said he preached day and night, even when he and his family were threatened by the authorities and beaten by the other prisoners. He also tried to help other prisoners – a task he had to learn how to do properly.
“I would eat a banana – and if I threw the peel in the trash, I was offending people,” he recalled. “If I would give it to someone to eat it, I (also) felt like I was offending them. So I would go to the bathroom and put it on the sink. It would not offend someone’s dignity…. Three or four men would run to eat it.”
Cabrera was released when Pope John Paul II visited Cuba and encouraged Fidel Castro’s regime to release some political prisoners.
“When I was in prison, I always thought, ‘God, when you get me out of here, I … (will) preach wherever you take me,’ ” he said.
It took him from Cuba to the Kansas City area.
Right after his release, Cabrera left Cuba with his family for exile in the United States, where he finally got to drink Coca-Cola. He has ministered here ever since.
Pastor continúa predicando en el área de Kansas City después de encarcelamiento en Cuba
El pastor de la ciudad de Kansas City, Leonardo Cabrera, tuvo su primera Coca-Cola en una edad mayor que la mayoría de la gente – y bajo diferentes circunstancias.
Cabrera, que predica en la iglesia evangélica Jesucristo El Buen Pastor en Kansas City, Mo., probó por primera vez el refresco a los 36 años al llegar a Estados Unidos desde su Cuba natal. Vino aquí después de ser liberado de la prisión en su país.
Su “crimen”: predicar el evangelio en Cuba. Cabrera descubrió su vocación a la edad de 21 años, cuando su esposa le presentó al cristianismo. “Mi esposa solía visitar el templo hasta que los comunistas se enteraron y comenzaron a amenazarlos”, dijo durante una entrevista reciente. “Pero esa semilla estaba en su corazón, y ella me la pasó. Así que en agosto de 1985, cuando nació mi primer hijo, me convertí en cristiano”.
Cabrera dijo que fue criado con una mentalidad comunista y materialista – y estaba dispuesto a dar su vida por lo que creía. Lo que creía era lo que el régimen de Fidel Castro le había inculcado: seguir a los líderes comunistas. “Me enseñaron sobre Che Guevara y Karl Marx, y yo quería ser uno de ellos”, dijo. “Pero cuando encontré a Jesucristo, pensé: ‘Este es el líder que quiero seguir. Este líder guía a su pueblo más allá de la muerte. “Inmediatamente después, no fue difícil identificarme con el líder más grande que la humanidad ha tenido jamás”.
Pero los cristianos fueron perseguidos en Cuba, y Cabrera lo aprendió de primera mano. En 1993, mientras predicaba en su casa, las autoridades cubanas lo arrestaron por supuestamente tratar de derrocar al gobierno. Permaneció en prisión hasta 1998.
“Me condenaron … (a) 10 años de prisión por predicar el evangelio”, afirmó. “Pensaron que estaba organizando un grupo para derrotar al gobierno de Fidel Castro”.
Fue llamado prisionero de conciencia, definido como los que se oponían a la revolución comunista cubana. Mientras estaba en prisión, Cabrera dijo que predicaba día y noche, incluso cuando él y su familia fueron amenazados por las autoridades y golpeados por los otros presos. También trató de ayudar a otros prisioneros, una tarea que tenía que aprender a hacer correctamente.
“Comería un banano – y si arrojaba la cáscara a la basura, estaba ofendiendo a la gente”, recordó. “Si lo diera a alguien para que lo comiera, yo (también) me sentía como si estuviera ofendiéndolos. Así que iba al baño y lo ponía en el lava manos. No ofendería la dignidad de alguien …. Tres o cuatro hombres correrían a comerla.
Cabrera fue liberado cuando el papa Juan Pablo II visitó Cuba y animó al régimen de Fidel Castro para liberar a algunos presos políticos.
“Cuando estaba en la cárcel, siempre pensé, ‘Dios, cuando me sacas de aquí, yo … (voy a) predicar dondequiera que me lleves’”, dijo.
Lo llevó de Cuba al área de Kansas City.
Justo después de su liberación, Cabrera salió de Cuba con su familia para el exilio en los Estados Unidos, donde finalmente llegó a beber Coca-Cola y donde ha predicado desde entonces.