Divulgando la cultura en dos idiómas.

López Obrador y Trump, los dos amigos

By Jorge Ramos

La foto salió bien. Pero fue triste y penoso escuchar los halagos y falsedades del Presidente de México al mandatario más antimexicano y antiinmigrante que ha tenido Estados Unidos en décadas.
De regreso a México, después del viaje a Washington, Andrés Manuel López Obrador dijo que se había inaugurado una “nueva realidad”, una etapa en la que habría un mejor trato a los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos. Por el contrario, las cosas están peor: con su visita llena de elogios y sin defender públicamente a los mexicanos, le permite al Presidente estadounidense seguir atacando a los inmigrantes.
Es, sin duda, una extraña amistad la que se profesan AMLO y Donald Trump. El popular líder izquierdista y el abusivo magnate derechista. Pero la historia juzgará duramente al Presidente de Estados Unidos por su racismo, sexismo y ataques a los inmigrantes. Y a López Obrador le recordarán siempre que cuando tuvo la oportunidad de enfrentar al bully, decidió no hacerlo y callar.
México y Estados Unidos, en palabras de AMLO, tienen una “peculiar convivencia”; a veces son “vecinos distantes” y, otras, “amigos entrañables”. Hay pocas relaciones en el planeta tan disparejas. Por eso, ante el poderío estadounidense, la única fórmula que funciona es la dignidad, la sabiduría y el ingenio del mexicano.
En el pasado, López Obrador ha enfrentado con valentía y agallas a los personajes más poderosos, peligrosos y deleznables de la política mexicana. Por lo mismo sorprendió su tibieza y sus elogios a Trump, quien tanto ha maltratado e insultado a los inmigrantes mexicanos. ¿Por qué lo hizo?, nos seguimos preguntando. El nuevo tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá (T-MEC) ya entró en efecto y no había ninguna prisa para visitar Washington antes de las elecciones de Estados Unidos, que serán el 3 de noviembre.
AMLO dijo que Trump ha tratado con “gentileza”, “comprensión y respeto” a México. Se equivoca. Dudo que se sientan respetados los inmigrantes a los que Trump llamó “violadores”, ni que se consideren comprendidos los dreamers mexicanos —más de medio millón— que su gobierno quiere deportar o que los estudiantes mexicanos en Estados Unidos vean como una gentileza las nuevas medidas que los podrían dejar sin visa.
El Presidente de México tampoco dijo la verdad cuando le aseguró a Trump: “Usted nunca ha buscado imponernos nada”. De hecho, el mandatario estadounidense amenazó con imponer aranceles de hasta el 25 por ciento a productos mexicanos si López Obrador no detenía las caravanas de centroamericanos cruzando por su territorio. México, que sufre un terrible problema de violencia, tuvo que destinar numerosos elementos de la Guardia Nacional, creada recientemente, a realizar labores migratorias.
Otra imposición de Trump fue dejar en territorio mexicano a decenas de miles de refugiados centroamericanos que buscan asilo en Estados Unidos. Esto va en contra de la política de antiguos gobiernos estadounidenses de recibir por razones humanitarias a quienes huyen de la violencia y la pobreza extrema. AMLO se ha convertido en el policía migratorio de Trump.
No fue la única sorpresa de la reunión. Ninguno de los dos presidentes —tan diestros en las redes sociales y tan dispuestos a las conferencias de prensa— dedicó tiempo a responder preguntas de los periodistas. Ni una sola. Es probable que temieran que le preguntaran a López Obrador si todavía consideraba a Trump un racista, como lo llamó en 2017. O que le preguntaran a Trump si México iba a pagar por su muro, como aseguró a principios de año.
Entre lo positivo hay que resaltar que AMLO, magistralmente, ha evitado conflictos con Trump y que logró que el T-MEC se firmara. También, es un poderoso mensaje de austeridad y sencillez que viaje con su comitiva en un vuelo comercial. Hay sólo unos pocos presidentes o primeros ministros en el mundo que han hecho lo mismo. Y hay que apuntar el caluroso y emotivo recibimiento que López Obrador obtuvo de muchos inmigrantes mexicanos que voluntariamente lo fueron a ver frente al monumento de Benito Juárez en Washington. El Presidente mexicano, sin duda, sabe manejar los símbolos.
“Fallaron los pronósticos: no nos peleamos”, dijo López Obrador en un discurso antes de la cena con empresarios. Y tenía razón. “Somos amigos y vamos a seguir siendo amigos”. El problema es que esa amistad personal no beneficia en nada a la “comunidad de cerca de 38 millones de personas” —como dijo el propio AMLO— que nacieron en México o son de origen mexicano y viven en Estados Unidos.
La “nueva realidad” para los inmigrantes en Estados Unidos a la que se refirió AMLO no existe. Los ataques de Trump contra los extranjeros han sido constantes. Ya separó a familias en la frontera y hasta puso a niños en jaulas. Y en la actual campaña presidencial no dejará de atacar a los inmigrantes y de promover su nuevo muro en la frontera. Trump sigue siendo el mismo y es un error creer que va a cambiar sólo porque AMLO lo dice.
El mal augurio —de una pelea entre AMLO y Trump— no se cumplió. Pero los que pierden son los inmigrantes mexicanos, los dreamers y los estudiantes extranjeros. El que podía hablar por ellos y defenderlos decidió quedarse callado. Y todo por una foto.

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