Esta es la pesadilla de Sophie Cruz: que un día cualquiera se aparezcan agentes del servicio de inmigración en su casa de dos cuartos en Los Ángeles, se lleven a sus papás y los deporten.
Sophie tiene 6 años y nació en California de padres indocumentados originarios de Oaxaca, México. A pesar de su edad, Sophie comprende perfectamente la diferencia entre ella y sus padres. Por eso, cuando el papa Francisco visitó Washington en septiembre, ella rompió el estricto cordón de seguridad, se acercó al papamóvil y logró darle una carta al pontífice argentino. El Papa tomó la carta — en que ella le pedía que protegiera a sus papás de una deportación — y le dio un beso en la mejilla.
Así, Sophie se hizo famosa.
Su sonrisa te desbarata. Suele vestirse con trajes de colores con motivos indígenas y tiene una memoria prodigiosa.
Hace unos cuantos días, cuando la conocí, Sophie recitó un largo poema — “No te rindas,” del poeta uruguayo Mario Benedetti — y después me presentó un dibujo que contenía esa frase. Ese fue mi regalo de cumpleaños: una niña de 6 años dándome una verdadera lección de liderazgo y de valentía. A mis 58, tengo todavía mucho que aprender. (Aquí está mi video con Sophie: bit.ly/1q4S3Li )
El plan de Donald Trump, si llega a la presidencia, es deportar en dos años a los papás de Sophie y a 11 millones más. Sophie y su hermana menor, a pesar de ser ciudadanas estadounidenses, se tendrían que ir a México también. No podrían quedarse solas. (Hay 4 millones y medio de niños, nacidos en Estados Unidos, que tienen al menos a una madre o un padre indocumentado.)
Aquí estamos hablando de la gran expulsión. Deportar a 11 millones de personas en dos años ocasionaría una multitud de violaciones a los derechos humanos y cambiaría radicalmente la imagen de Estados Unidos en el mundo. Además, sería costosísimo.
Las mayores deportaciones masivas en la historia de Estados Unidos costarían 300 mil millones de dólares, según un estudio de la organización American Action Forum. El número de agentes para detener indocumentados aumentaría de 4,884 a 90,582. Habría que comprar muchas camas en los centros de detención: de 34,000 que hay ahora a 348,831. Y el gobierno tendría que contratar muchos abogados; en lugar de los 1,430 que existen hoy, necesitarían 32,445.
Las deportaciones masivas serían, en pocas palabras, un desastre económico. En dos años se perderían 10.3 millones de puestos de trabajo y se reduciría el crecimiento económico anual en un billón de dólares.
Este es el horror que está proponiendo Donald Trump: deportar a más de 15,000 personas cada día durante 24 meses seguidos. Las cifras así, a secas, son espeluznantes. Pero no dicen nada a menos que conozcas a alguien que puede ser deportado. Y yo conozco a muchas personas que podrían ser deportadas, incluyendo a los papás de Sophie.
La gran expulsión está basada en dos grandes mentiras: una, que hay una invasión en la frontera sur de Estados Unidos. Y dos, que los inmigrantes son los culpables de los problemas económicos y de seguridad del país.
La invasión de Estados Unidos es un mito. El número de indocumentados — alrededor de 11 millones — se ha mantenido estable en los últimos siete años. No hay ninguna invasión y la frontera está más segura y con más agentes que nunca.
También es falso que los indocumentados estén afectando la seguridad y los bolsillos de los estadounidenses. Los inmigrantes sin papeles pagan impuestos, crean trabajos y hacen las labores que los estadounidenses no quieren; contribuyen mucho más a la economía que lo que toman de ella.
Y no hay ninguna conexión entre indocumentados y grupos terroristas. Ninguno de los 19 terroristas del 11 de septiembre entró ilegalmente por México. Además, contrariamente a lo que dicen muchos medios de comunicación en inglés, los inmigrantes suelen cometer menos actos criminales que los nacidos en Estados Unidos (y para comprobarlo véase los datos del American Immigration Council).
Estamos frente a dos teorías sobre el futuro de Estados Unidos: la de Donald Trump — promoviendo el odio, la división y la gran expulsión — y la de Sophie Cruz, que quiere mantener junta a su familia y proteger a otros inmigrantes como sus padres.
Y yo le creo más a Sophie.
(Jorge Ramos, periodista ganador del Emmy, es el principal director de noticias de Univisión Network. Ramos, nacido en México, es autor de nueve libros de grandes ventas, el más reciente de los cuales es “A Country for All: An Immigrant Manifesto.”)
Sophie and the Great Expulsion
This is Sophie’s nightmare: One day, immigration agents will show up at her home in Los Angeles to deport her mother and father.
Sophie Cruz, 6, was born in California to undocumented parents originally from Oaxaca, Mexico. Despite her tender age, she clearly understands the difference between her U.S. citizenship and her parents’ immigration status.
That’s why Sophie dared to speak to Pope Francis when he visited Washington last September. As the popemobile moved slowly down the avenue, Sophie tried to break through tight security. Francis saw her and gestured that she be brought to him. He kissed her on the cheek, and Sophie handed him a letter in which she asked him to protect her parents from deportation. That’s how Sophie became famous.
Her smile disarms you. She wears pigtails and colorful dresses with folk motifs. She also has an extraordinary memory. A few days ago, when I met her, Sophie recited a long poem — “No Te Rindas” (“Never Give Up”), by the Uruguayan poet Mario Benedetti — and then she presented me with a drawing featuring that phrase. That was my birthday gift: A 6-year-old gave me a lesson on leadership and courage. At 58, I still have a lot to learn. (The video with Sophie can be seen here: bit.ly/1q4S3Li.)
The Republican presidential candidate Donald Trump he has said that he would like to deport 11 million undocumented residents within two years. If he were to win the presidency and put his massive deportation plan into motion, it’s fair to assume that Sophie and her little sister would have to leave with their parents and go to Mexico, even though they are American citizens. After all, they couldn’t stay here with nobody to care for them. And Sophie and her sister are not the only children in this situation — about 4.5 million U.S.-born children have at least one undocumented parent.
A deportation effort of that scale, with all its hateful echoes of other such expulsions throughout history, would lead to countless human rights violations and radically change the image of the U.S. around the world. The plan would also cost taxpayers some $300 billion, according to research from the American Action Forum. The same organization also estimates that the number of agents needed to arrest undocumented individuals would rise from the current 4,884 to 90,582. The number of immigration detention center beds would have to go from 34,000 to 348,831. Additionally, 32,445 lawyers would be needed to process immigration paperwork.
In brief, mass deportation would be an economic disaster. The American Action Forum contends that the plan would destroy 10.3 million jobs and shrink gross domestic product in the U.S. by about $1 trillion a year.
Meanwhile, the country would need to deport about 15,000 people every day for 24 months straight. This is the human horror that Trump is proposing. The numbers themselves are stunning, but they cry out all the more when you put faces to them. I know many people who could be deported, including Sophie’s parents.
Sadly, Trump’s expulsion plan is predicated on two enduring lies: One, that the U.S. is being invaded along its southern border; and, two, that immigrants are to blame for the country’s economic and security problems.
Of course, the invasion of the U.S. is a myth. The number of undocumented immigrants living here has held steady for the last seven years. And the border is more secure than ever.
It’s also a lie that undocumented immigrants are affecting Americans’ security and prosperity. These immigrants pay taxes, create jobs and take on the work that other Americans don’t want to do. They contribute more to the economy than they take from it.
And no connection exists between undocumented immigrants and terror groups. None of the 19 terrorists involved in the Sept. 11, 2001, attacks entered illegally from Mexico. Besides, contrary to what many in the English-language media say, immigrants are less likely to commit crimes than U.S.-born residents, according to data from the American Immigration Council.
So it seems that we are faced with two visions for America’s future these days. Trump promotes hate, division and deportation. Sophie wants to keep her family together and protect other immigrants like her parents.
I believe in Sophie’s vision much more.