El español es uno de los idiomas más hablados del planeta, sólo superado por el chino y el inglés. Lo emplean cerca de 560 millones de personas, y más de 400 millones lo usan como lengua nativa. Por eso estoy convencido de que “el idioma es nuestra patria”, como afirmaba el dramaturgo Albert Camus.
México es el país con más hispanohablantes, seguido por Estados Unidos, donde no es lengua oficial pero cada vez crece más. Colombia, España y Argentina completan la lista de los países con más hablantes de español.
En el mundo existen cerca de 6.000 lenguas reconocidas. Tristemente, cerca de la mitad podría llegar a desaparecer a finales de este siglo, según la ONU. Y digo tristemente, porque, como recuerda la escritora Rita Mae Brown, “el idioma es el mapa de una cultura. Te dice de dónde viene la gente y a dónde va”.
Por estos días, nuestra gran patria idiomática celebra su fiesta. La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) festeja el 12 de octubre como el Día de la Lengua Española, en un contexto de creciente interés en otros continentes.
Aunque la fecha es polémica, mi convicción es mirar siempre hacia adelante y compartir fraternalmente todo lo que nos conecta. Una vez estudiada la historia, como referente para no cometer los mismos errores, hay que dejar el pasado donde está, para que no se convierta en un eterno presente.
Detrás de cada una de las lenguas, permanece parte de la cultura, tradiciones e historia de un lugar y sus ciudadanos. Sin la continuidad de nuestro idioma, no hubiera trascendido la rica literatura hispanoamericana. No conoceríamos las andanzas del Quijote de Cervantes, los poemas de Octavio Paz y Pablo Neruda, los cuentos de Jorge Luis Borges o las novelas de García Márquez, Vargas Llosa y Alejo Carpentier.
El mes de la hispanidad es una fecha de hermandad histórica con cientos de perspectivas. La lengua eleva el corazón de los hispanos recordando la excelencia y expansión del español, así como el deber de proteger uno de nuestros tesoros tradicionales más preciados. Como decía Oliver Wendells Holmes, “toda lengua es un templo en el que está encerrada el alma del que habla”.
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