Le llaman “la alberca” porque los cadáveres que encontraron en esa fosa estaban acomodados tan cerca el uno del otro.
Esa es sólo una de las 120 fosas donde han hallado más de 250 cráneos y restos humanos en el estado mexicano de Veracruz. Es, quizás, el cementerio clandestino más grande de México. Pero el presidente Enrique Peña Nieto, y su gobierno han actuado como si no fuera con ellos, como si todo hubiera ocurrido en otro país.
“Nos dijo una embajadora de un país europeo que con 50 muertos o menos ya estarían movilizándose totalmente las autoridades”, me comentó en una entrevista Lucía de los Angeles Díaz, la fundadora del Colectivo Solecito que descubrió las fosas clandestinas a finales del año pasado. “De hecho, no hemos escuchado que se haya pronunciado el presidente Peña Nieto. Seguimos en el anonimato porque las autoridades encargadas de reconocer la severidad del problema, no lo han hecho”.
En México, todos los días son días de muertos.
Lucía tiene un segundo nombre exacto. Ella está al frente del grupo de unas 150 madres que buscan a sus hijos desaparecidos. Lucía puso un sol en la foto de su perfil en las redes sociales, para infundir esperanza en las madres, y de ahí surgió el nombre del Colectivo Solecito.
El año pasado una persona, que no quiso ser identificada, les dio un mapa con muchas cruces. Siguiendo una corazonada y con mapa en mano, llegaron hasta la colina de Santa Fe en Veracruz. Ahí estaban las fosas.
La gran frustración es que no hay un presupuesto oficial para identificar a la mayoría de las víctimas en esas fosas. ¿Cómo se le pregunta a una madre si ella cree que su hijo está enterrado ahí?
Hace casi cuatro años que Lucía no ve a su hijo, Luis Guillermo. Le llamaban cariñosamente el “DJ Patas”, y lo invitaban a tocar en las mejores fiestas de Veracruz. Pero el 28 de junio del 2013, tras salir de madrugada de un evento, sujetos armados lo secuestraron. La esperanza fue que fuera un “secuestro exprés”, con visita a varios cajeros automáticos y un buen susto para contar a sus amigos.
No fue así.
Lucía, como muchas de las madres, se resiste a creer que Luis esté en una de esas fosas. Con precisión científica me recuerda varios casos históricos de desaparecidos que son encontrados años más tarde y la absoluta falta de pistas para dar con el paradero de su hijo.
Lucía no llora en la entrevista. Este no es el momento de llorar. “Nosotras no cuestionamos lo que hacemos”, me dijo, “lo hacemos porque somos madres. Nosotras luchamos y seguimos buscando hasta encontrar”.
La doble tragedia de las familias de los desaparecidos radica en perder a un familiar y en no contar con las autoridades para resolver el crimen. “Todo está sucediendo con la anuencia de la federación”, me dice Lucía, vestida impecablemente de blanco y con una foto de su hijo en la solapa. “Es muy desafortunado tener gobiernos que no te representen, tener gobiernos que no vean y que no rindan cuentas”.
México ha perdido su capacidad de sorpresa. El otro día, mientras reportábamos en Estados Unidos sobre las fosas que encontraron en Veracruz, esperaba ver protestas masivas en las calles mexicanas — al menos una investigación independiente en el Congreso y una explicación del Presidente, en televisión nacional, enumerando sus planes para identificar los cuerpos y encontrar a los culpables. Pero me quedo esperando. No ha pasado nada.
México es el país de las fosas. El sexenio de Enrique Peña Nieto es ya uno de los más violentos de su historia moderna. Hasta el momento han sido asesinados 77,316 mexicanos, según cifras oficiales, y 5,591 han sido secuestrados.
Si hace dos años y medio desaparecieron a 43 estudiantes de Ayotzinapa y todavía no saben dónde están, ¿qué podemos esperar, entonces, sobre el hijo de Lucía?
¿En qué país encuentran unas fosas clandestinas con 250 cadáveres, y todo sigue igual? No es normal que en un país maten y secuestren a sus jóvenes. Sí, México se ha acostumbrado a eso, pero no es normal.
Hace poco que Peña Nieto dijo que “pareciera que viviéramos en el peor de los mundos cuando, realmente, no es así”.
¿No es así? Pregúnteles a Lucía y a las otras madres del Colectivo Solecito. Pregúnteles, por favor.
(Jorge Ramos, periodista ganador del Emmy, es el principal director de noticias de Univision Network. Ramos, nacido en México, es autor de nueve libros de grandes ventas, el más reciente de los cuales es “A Country for All: An Immigrant Manifesto”.)
(¿Tiene algún comentario o pregunta para Jorge Ramos? Envíe un correo electrónico a Jorge.Ramos@nytimes.com. Por favor incluya su nombre, ciudad y país.)
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Days of the Dead
Authorities called it “the swimming pool” because the bodies in this mass grave were buried so close together — more than 250 skulls were found. This is one of more than 120 unmarked graves unearthed since August of last year over a large area in Santa Fe, a town in the Mexican state of Veracruz.
But Mexico’s president, Enrique Peña Nieto, and his administration have acted as if this gruesome discovery has nothing to do with them — as if this mass grave is located in some faraway country.
Last year the first bodies were found with the help of the Colectivo Solecito, or the “Little Sun Collective” in Spanish — a group of 150 mothers who refuse to give up looking for their loved ones.
“We haven’t heard of any declaration by President Peña Nieto,” Lucia de los Angeles Díaz, the founder of Colectivo Solecito, told me recently. “The authorities charged with acknowledging the severity of the problem have failed to act.”
Along with the administration’s silence has come no funding to help identify the remains.
In Mexico, it seems that every day is Day of the Dead.
Last year, a person unknown to Lucia handed her a map labeled with crosses. Following a hunch, she took the map up a hill near Santa Fe where she came across some of the hidden graves.
Lucia hasn’t seen her son, Luis Guillermo, in almost four years. Luis, nicknamed “DJ Patas,” used to perform at the best parties in Veracruz. On June 28, 2013, as Luis was leaving an event in the early morning hours, armed men kidnapped him, Lucia says.
At first she had hoped it was an “express kidnapping” — where a victim is forced to withdraw money from several ATMs but is left alive to later share the frightening tale. Sadly, it wasn’t that kind of kidnapping.
Lucia refuses to believe that her son might be in one of those pits in Veracruz. Even though she has found no clues to his whereabouts, she reminded me about several cases of missing persons in Mexico who were found years later.
She didn’t cry during our discussion — for Lucia, this isn’t the time to cry. “We don’t question what we’re doing,” she told me. “We do it because we’re mothers. We fight, and keep looking until we find them.”
For tens of thousands of families in Mexico, the tragedy is redoubled: They can count on the authorities neither to find the lost ones nor to bring to justice the people who are responsible.
“It’s very unfortunate to have a government that doesn’t represent us, to have a government that isn’t accountable,” Lucia says, dressed in impeccable white, with a picture of her son on her lapel.
Mexico is a nation of graves. Peña Nieto’s administration has overseen one of the most violent periods in the country’s modern history. Since he took office in December 2012, more than 77,000 Mexicans have been killed, and more than 5,500 Mexicans have been kidnapped, according to official data.
Such staggering numbers seem to have numbed the Mexican people. As the shocking details about the grave in Veracruz started to trickle out this month, I expected to see mass protests on the streets of Mexico. I thought that the Mexican Congress would surely launch an independent investigation, and that the president would go on national television to announce his plans to identify the bodies and punish the culprits. But none of that has happened.
Perhaps it’s understandable. Two and a half years ago, 43 students from Ayotzinapa went missing. To this day nobody knows where they are or what happened to them. What can we expect, then, for Lucia’s son? In what sort of country does the discovery of 253 bodies in a pit not warrant action by the government? Such an atrocity can’t simply be accepted.
“It would seem we live in the worst of all worlds,” Peña Nieto said recently, “but we really don’t.”
Don’t we? Ask Lucia and the other mothers from Colectivo Solecito.
(Jorge Ramos, an Emmy Award-winning journalist, is a news anchor on Univision and the host of “America With Jorge Ramos” on Fusion. Originally from Mexico and now based in Florida, Ramos is the author of several best-selling books. His latest is “Take a Stand: Lessons From Rebels.” Email him at jorge.ramos@nytimes.com.)