Divulgando la cultura en dos idiómas.

María Marín : ¡Gracias Diosito, qué suerte tengo! 

La semana pasada cuando me bajé del tren en el aeropuerto de Denver, Colorado dejé mi nueva cámara en el asiento. Angustiada, me acerqué a un policía que pasaba y le conté lo sucedido y me sugirió ir a la oficina de artículos extraviados pero lamentablemente me dijeron: “Nadie ha devuelto una cámara hoy”.
Y tú, ¿Qué fue lo último que olvidaste o extraviaste? Tal vez tu billetera, el celular, tu mascota o una joya. Si tenía mucho valor monetario o sentimental, seguramente sentiste rabia, tristeza, desespero o hasta lloraste.
Así como perdemos objetos, también hemos encontrado algo que no es nuestro, sea un anillo o dinero en efectivo.  En ese momento cada cual actúa diferente. Algunos dicen: ¡gracias Diosito, qué suerte tengo! Otros exclaman: “¡qué lástima!, pobrecito del que perdió esto”, y muchos alegan: “si no lo agarro yo, otro se lo lleva”.
Mi filosofía con respecto a lo “perdido y encontrado” es: no hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti.  Claro que sería tentador quedarse con una ipad que aparenta no tener dueño, pero créeme ¡le pertenece a alguien!.
La próxima vez que te encuentres un objeto y te dé la tentación de quedártelo, recuerda la angustia que sentiste cuando perdiste algo valioso. Reconoce que si te lo quedas, ahora tú vas a causarle esa angustia a otro.
Cada una de tus acciones genera una reacción que regresa a ti de la misma forma. Así dice la “Ley del Karma”; cuando actúas de una forma que trae felicidad y éxito para otros, el producto de tu karma es felicidad y éxito. Por eso, se honesto y haz lo correcto.
En Denver comprobé, una vez más, que “cosechas lo que siembras”. A los tres días de perder mi cámara, me llamaron del aeropuerto a reportar que había aparecido. Mire al cielo y exclamé: “¡Dios bendiga al que la encontró y al que inventó las oficinas de “artículos perdidos!”.

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