Cuando Lucile nació, las estadísticas no estaban de su lado.
Durante la década de 1950, las posibilidades de éxito para las mujeres hispanas de familias de bajos ingresos en una comunidad agrícola de Fresno, California, eran bajas. Pero Lucile superó todos los obstáculos.
Nada la detuvo.
Su madre era su ejemplo – una mujer trabajadora que hacía malabares con tres o cuatro trabajos a la vez. Su padre, sin embargo, tenía un problema grave con el alcohol que no le permitía mantener puestos de trabajo por mucho tiempo. A pesar de la situación económica de su familia, Lucile y sus hermanas tienen hermosos recuerdos de infancia.
“No sabíamos mejor”, recordó. “Supusimos que todos los niños tenía que trabajar para sobrevivir.”
“No fue fácil”, me dijo varias veces. Lucile fue una excelente estudiante y jugaba tenis para su escuela. Pero a la vez tenía un trabajo físicamente exigente recolectando uvas.
“No había mucho tiempo para los juegos”, dijo. “Tuvimos que crecer muy rápido y asumir responsabilidades que la mayoría de los niños no tenían”.
Como Lucile es la más joven de sus hermanas, ella no tenía que cocinar en casa. Sin embargo, era su trabajo mantener la casa limpia y limpiar los platos. Pero a pesar de todas sus responsabilidades, Lucile se graduó de la escuela secundaria y entró inmediatamente en la fuerza de trabajo.
El primer trabajo de Lucile fuera de la escuela secundaria fue como empleada de producción en una planta de ensamblaje electrónica. No tardó mucho su empleador en darse cuenta que los talentos de esta mujer iba más allá de la producción. Y se le dio la oportunidad de aprender habilidades técnicas.
“No perdí tiempo”, dijo.
Gracias a las nuevas habilidades de Lucile, ella fue promovida. Finalmente, se mudó varias veces a través del país para buscar mejores empleos y oportunidades.
“No había nada que pudiera detenerme”, puede decir con orgullo.
Lucile se casó y tuvo dos hijos. Desafortunadamente, su esposo murió joven, dejándola con dos hijos para criar sola. Eso tampoco la detuvo. Años más tarde, Lucile conoció a un ingeniero donde trabajaba.
“Debió trabajar duro para salir conmigo” dijo Lucile, sonriendo. “Yo no tenía tiempo para citas, debía criar a mis hijos y concentrarme en mi carrera”.
Pero su compañero de trabajo no se dio por vencido. Hoy, los dos están felizmente casados. Sus hijos son adultos y tienen sus propias familias.
Además, la pareja son los orgullosos propietarios de una empresa multimillonaria de ingeniería y fabricación. Sirven a su comunidad y van más allá para financiar proyectos en el área de Kansas City y en México.
A pesar de que las estadísticas no estaban de su parte, nada detuvo a Lucile. Y nada debe detenernos de lograr nuestros objetivos.
____________________________________________________________________________________
Nothing stopped Lucile
By Dermidio Juez-Perez
When Lucile was born, statistics weren’t on her side.
During the 1950s, the chances of success for Hispanic women from low-income families in a farming community of Fresno, Calif., were low. But Lucile overcame every obstacle.
Nothing stopped her.
Her mother was her example – a hard-working woman who juggled three or four jobs at a time. Her father, however, had a severe issue with alcohol that didn’t allow him to keep jobs for long. Despite her family’s financial situation, Lucile and her sisters have great childhood memories.
“We didn’t know better,” she recalled. “We assumed every child had to work to survive.”
“It wasn’t easy,” she told me several times.
Lucile was an excellent student and played school tennis. She also had a physically demanding job of harvesting grapes.
“There wasn’t much time for games,” she said. “We had to grow up very quickly and assume responsibilities that most kids didn’t need to.”
As the youngest of her sisters, Lucile didn’t have to cook at home. However, it was her job to keep the house clean and do the dishes. But despite all of her responsibilities, Lucile graduated from high school and immediately entered the workforce.
Lucile’s first job out of high school was as a production employee in an electronic assembling plant. It didn’t take long for her employer to realize her talents went beyond production. And she was given an opportunity to learn technical skills.
“I didn’t waste any time,” she said.
Thanks to Lucile’s new skills, she got promoted. Eventually, she moved several times across country to pursue better jobs and opportunities.
“There was nothing that could stop me,” she can say with pride.
Lucile got married and had two boys. Unfortunately, her husband died young, leaving her with two children to raise by herself. That didn’t stop her either. Years later, Lucile met an engineer where she worked.
“He had to work hard to go out with me, Lucile said, smiling. “I had no time to date, I had my kids to raise and a career to concentrate on.”
But her coworker didn’t give up. Today, the two are happily married. Their kids are grown and have their own families.
In addition, the couple are the proud owners of a multimillion dollar engineering and manufacturing company. They serve their community and go above and beyond to financially sponsor projects in the Kansas City area and in Mexico.
Despite the statistics not being on her side, nothing stopped Lucile. And nothing should stop us from accomplishing our goals.