Desde hace años, trabajo cada día en el análisis de las emociones que gestionan nuestras vidas. Estoy convencido de que la inteligencia emocional nos aporta el equilibrio perfecto entre razón y corazón. Un estudio de la Universidad Rawalpindi, de Pakistán, señala que existe una relación positiva entre la autoestima y la inteligencia emocional.
El filósofo estadounidense William James explicaba: “El gran descubrimiento de mi generación es que los seres humanos pueden cambiar sus vidas al cambiar sus actitudes mentales”. Sin embargo, como toda gran meta, es complicado llegar a la excelencia.
-Usa las emociones en tu beneficio – Maneja tu estado de ánimo, con el fin de encajar mejor en una tarea. Por ejemplo, la alegría puede estimular el pensamiento creativo e innovador. Además, como explico en mi libro «El analfabeto emocional», también debemos detectar y descifrar las emociones a partir del lenguaje no verbal. Así se puede determinar cómo abordar cierta situación para alcanzar una solución positiva.
Para superar el analfabetismo emocional, debemos:
-Ser positivos y transmitirlo – No te involucres en chismes tóxicos que puedan crear conflictos con amigos, familiares y compañeros. Las personas demasiado dramáticas pueden ser un drenaje emocional en nuestras vidas. Sin embargo, también debes estar dispuesto a decir “no”, pues debemos establecer prioridades.
-Reflexionar – Evita actuar rápido, movido por las emociones instantáneas que provocan las circunstancias. Debemos responsabilizarnos, sin culpar a otros por nuestros problemas o malas decisiones.
-Visualizar alternativas – Gracias a la reflexión, podemos mirar con perspectiva y analizar lo que se ha desviado del camino y cómo lo podemos mejorar.
-No dejar que el miedo nos limite – Nuestro cerebro está acostumbrado a conocer el paso siguiente. Nos volvemos previsibles. Al salir de la zona de confort, nuestra mente teme no conocer qué va a suceder. Encarar el futuro con una actitud positiva nos ayudará a convertir los obstáculos en oportunidades.
El experto Daniel Goleman asegura que “al menos un 80% del éxito en la edad adulta proviene de la inteligencia emocional”.
Cuando dejamos de ser analfabetos emocionales, usamos la mente y el corazón para solucionar con más eficacia los problemas. También somos conscientes de nosotros mismos y de nuestros deseos, nos convertimos en seres empáticos, potenciamos nuestras habilidades sociales y podemos convertirnos en líderes de nuestra vida y en inspiración para los demás.
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