By Jorge Ramos
It’s a question that’s really been bothering me: What makes a person want to kill other people whose skin color is different, or who speak a different language, or were born in another country? That’s exactly what happened in El Paso, Texas. The gunman — racist, terrorist, whatever you want to call him — specifically targeted Latinos because they were different.
Sylvia Saucedo was one of the survivors. She was with her mother at Walmart that morning when suddenly she heard the gunshots. They took refuge underneath a table. With her left hand, Sylvia clung to her mother. With her right, she recorded the attack with her phone. Sylvia thinks the murderer was only 20 feet away.
“I thought he was going to shoot us because we’re Mexicans,” Sylvia told me. “And he was here for that purpose: to kill Mexicans. Very horrifying. We need to do something to stop racism. Why are people hating us? We’re not supposed to be labeled as criminals or drug dealers.”
One can’t help but note that Donald Trump launched his presidential campaign in 2015 by describing Mexican immigrants as rapists, criminals and drug dealers. And that he has repeatedly described the flow of immigrants into the United States as an invasion.
“Invasion” happens to be one of the words the suspected gunman, Patrick Crusius, used to justify his actions in a 2,300-word manifesto he posted online before the shooting. His bitter complaint was over the “Hispanic invasion of Texas.” Too bad he hadn’t learned in school that Texas was actually part of Mexico before the state declared its independence in 1836, and only eventually joined the United States later.
Beto O’Rourke, the El Paso-born presidential candidate, was unsparing in describing the connection between Trump and Crusius. “When you read his manifesto, he is using much the same language that President Trump has used in his speeches,” O’Rourke told me after the shooting. “And you remember very well in May of this year in Florida, President Trump is talking about this ‘invasion,’ and he says: ‘How are we going to stop these people?’ And somebody in the crowd says: ‘We shoot them.’ And President Trump smiles in response. So yes, he sent an unambiguous signal to the kind of white nationalist terrorist that we saw come to El Paso on Saturday, that it was OK to meet this invasion, this infestation … and that’s exactly what happened.”
Maybe it’s just my immigrant mindset, but I wish I lived in a country where most people didn’t agree with Trump, and don’t want to emulate him.
In the Trump era, two fundamental questions remain unanswered: Who are these people who hate us? And why do they feel this way? Whoever they are, most of them aren’t about to run outside with a gun and start shooting people. Still, racism is everywhere and it’s expressed in multiple ways: From almost imperceptible snubs and insults to outright discrimination, beatings and coldblooded murder (as was the case in El Paso).
As for why these people hate us, the answers are pretty clear. They hate us because we look different, and because sometimes we speak a language they don’t understand. They hate us because we’re growing in numbers and clout. They hate us because they see us as a threat to a country where, by the middle of this century, white people may no longer be a majority.
They hate us because they’ve been brainwashed into believing we are criminals intent on harming their families, and that we want what is rightfully theirs. They hate us because they think — wrongly — that immigrants commit more crimes than native-born Americans. They hate us because they think we don’t help the economy or contribute positively to American culture. They hate us because they don’t know us and don’t want to know us.
In short, they hate us because, to them, we are The Other.
The irony, of course, is that the United States is a country full of Others. I’m one of them. Almost all Americans have ancestors who were born in another country. And therein lies the magic and the strength of this nation: Different people have come together to make something new. The more diverse we are, the stronger we become.
Nobody should be targeted simply because they are different. Sadly, that’s what occurred in El Paso: It was the worst shooting targeting Latinos in modern American history.
And all because one person hated us.
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¿Por Qué Nos Odian?
No puedo dejar de pensar en esto. ¿Qué es lo que hace que una persona te quiera matar sólo por el color de tu piel, porqué hablas español o por el lugar donde naciste? Eso es lo que pasó en la masacre de El Paso, Texas. El pistolero, racista, y terrorista iba a matar latinos.
Sylvia Saucedo se salvó. Ella había ido con su mamá a Walmart esa mañana de sábado cuando escuchó los disparos. Las dos se escondieron debajo de una mesa. Silvia, con su mano izquierda, agarraba a su mamá. Con la derecha empezó a grabar con su teléfono celular. Ella calcula que el asesino estaba a sólo 7 metros de distancia de ellas.
“Pensé que nos iba a disparar porque somos mexicanas”, me dijo Sylvia en una entrevista. “Y él vino con ese propósito: para matar mexicanos. Esto es horrible. Tenemos que hacer algo para detener el racismo. ¿Por qué hay gente que nos odia? No debemos ser etiquetados como criminales o narcotraficantes”.
Es inevitable recordar que cuando era candidato presidencial en junio del 2015, fue el mismo Donald Trump quien falsamente nos etiquetó a los inmigrantes mexicanos como violadores, criminales y narcotraficantes. Y como el propio presidente de Estados Unidos, Trump, en varias ocasiones, ha hablado de los inmigrantes como una “invasión”. Bueno, esa es una de las palabras que utilizó Patrick Crusius — en un documento publicado digitalmente minutos antes de la matanza — para justificar sus acciones. Su gran queja era la “invasión hispana de Texas”. Qué lástima que en sus clases de historia nunca aprendió que Texas fue parte de México antes de ser independiente e incorporarse a Estados Unidos.
Beto O’Rourke, el candidato presidencial oriundo de El Paso, tiene una interpretación muy dura de la conexión entre Trump y Crusius. “Cuando lees su manifiesto, [el pistolero Crusius] está utilizando casi el mismo lenguaje que ha usado el presidente Trump en sus discursos”, me dijo O’Rourke en una conversación tras la masacre. “Y recuerda que en mayo de este año en la Florida, cuando el presidente Trump estaba hablando de esta ‘invasión’, se preguntó: ¿Cómo vamos a detener a esta gente? Y alguien en la audiencia dijo: ‘Les vamos a disparar.’ El Presidente respondió sonriendo. Sí, el Presidente envió una señal sin ambigüedades a este tipo de terroristas y nacionalistas blancos de que estaba OK enfrentar así esta invasión … y eso es exactamente lo que ocurrió”.
Es, quizás, mi chip de inmigrante. Pero yo apuesto por un país en donde la mayoría de la gente no piense como Trump y no quiera parecerse a su presidente.
Sin embargo, en esta era de Trump, hay dos preguntas esenciales sin respuesta: ¿Por qué nos odian? ¿Quiénes son los pocos que nos odian? Afortunadamente la gran mayoría no agarra un rifle de guerra para asesinar a gente distinta. Pero el racismo se siente y tiene múltiples expresiones: desde microagresiones, rechazos e insultos hasta golpes, discriminación y la muerte (como en el caso de El Paso).
Nos odian porque nos notan distintos, porque a veces hablamos un idioma que no entienden y porque nuestra piel no suele verse como la de ellos. Nos odian porque somos cada vez más y tenemos un creciente poder. Nos odian porque nos ven como una amenaza en un país que medio de este siglo, podría dejar de tener una mayoría blanca. Nos odian porque les han metido en la cabeza que somos criminales, que les vamos a hacer daño a sus familias y que les queremos quitar lo que les pertenece. Nos odian porque no saben que los inmigrantes cometemos menos crímenes que los estadounidenses de nacimiento en el país. Nos odian porque creen, equivocadamente, que no contribuimos a la economía, a la cultura y al bienestar de Estados Unidos. Nos odian porque no nos conocen ni nos quieren conocer. Nos odian, en pocas palabras, porque para ellos somos el otro.
La gran ironía es que Estados Unidos es un país lleno de otros. Casi todas nuestras familias vinieron de otro lugar. Yo soy otro. Pero esa es precisamente la magia y la fuerza de este país: Es la unión de los distintos. Mientras más diversos más fuertes.
Nadie debe morir por ser distinto. Pero eso ocurrió en El Paso, Texas, en la peor masacre dirigida contra latinos en la historia moderna de Estados Unidos. Y todo porque una persona nos odia.