En honor de Nevenka, valiente pionera cuando nadie escuchaba
Luisa Antonia. Cristina. Susana. Odalys. Larissa. Dulce. Jarid. Los nombres de algunas de las víctimas de feminicidio en México estaban sobre la valla metálica que protegía el Palacio Nacional, donde reside y trabaja el presidente Andrés Manuel López Obrador. La noche anterior un proyector había puesto las palabras “México feminicida” sobre la fachada del palacio. El mensaje a gritos de las mexicanas era: no nos maten más. Pero el presidente nunca lo entendió.
Las cifras son brutales.
En México, 967 mujeres fueron asesinadas por el hecho de ser mujeres el año pasado, según reportes oficiales (es decir, no hay otros datos). Ese número es casi igual que los 969 feminicidios reportados en 2019. Ambas cifras, que corresponden a los dos primeros años de López Obrador como presidente, son más de cuatro veces los 426 feminicidios reportados en 2015. No es difícil entender la indignación en el país: la situación no ha mejorado para las mujeres en México e incluso —matizando con los casos no registrados del pasado o no investigados como feminicidio— se puede decir que ha empeorado.
Y eso es exactamente lo que miles de mujeres le querían decir al Presidente el lunes 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer. Por favor, haga algo para que no nos sigan matando, violando, acosando y maltratando. Es una petición clara y puntual, es un pedido por los derechos más básicos. Pero el presidente pareció escuchar otra cosa. Dijo que sus opositores conservadores habían cooptado la protesta y confabulado para atacarlo.
“No se debe enfrentar la violencia con la violencia; fue un acto de provocación abierto, descarado”, dijo en su conferencia matutina, conocida como Mañanera, al día siguiente de la manifestación en la que hubo decenas de heridos, entre manifestantes y policías. Y luego, en una sola frase, intentó desacreditar un movimiento cargado de reclamos legítimos: “Mucha falsedad, mucha hipocresía, mucha manipulación”.
El Presidente, así, se ponía del lado equivocado de la historia. Había que estar con las mujeres y no estuvo. Y parece dispuesto a seguir en el error.
López Obrador, hay que reconocerlo, tiene un instinto político muy bien desarrollado. Tras décadas de abusos, robos y corrupción en los gobiernos de los partidos que se han alternado el poder antes de su llegada a la presidencia —el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN)—, AMLO entiende que hay un gran resentimiento social en México y que tiene que comportarse, antes que nada, como un líder moral.
Por eso decidió no vivir en Los Pinos y optó por convertirlo en un museo. Por eso viaja en la clase económica de aviones comerciales y no en una aeronave presidencial que costó más de 200 millones de dólares. Por eso no se quiso vacunar antes que la mayoría de los mexicanos. Por eso su eslogan de campaña fue tan acertado: “Primero los pobres”. Y por eso tiene una sólida aprobación del 59 por ciento de los mexicanos, según una encuesta reciente de Mitofsky.
Pero esa destreza política no se ve ahora. Se equivocó con las mujeres.
Es muy difícil entender por qué el Presidente se ha encaprichado en defender la candidatura de Félix Salgado Macedonio, acusado de al menos tres casos de presuntos ataques sexuales, según reportó The New York Times, para la gubernatura de Guerrero por su partido, Morena. Lejos de mantenerse neutral, calificó como un “linchamiento mediático” las criticas al candidato y, cansado de los cuestionamientos de la prensa, dijo dos palabras de las que podría arrepentirse toda la vida: “Ya chole”, que significa algo parecido a “ya basta de molestias”.
Miles de mujeres no se quedaron calladas ante ese exabrupto presidencial y se hizo tendencia en Twitter una petición masiva a López Obrador a romper el pacto patriarcal, en referencia a dejar de proteger a otros hombres, incluso a quienes han sido señalados de crímenes. “En México se protege el Palacio Nacional antes que a las mujeres de los feminicidas y los violadores”, le escribieron en una carta pública más de 2,500 mujeres. “Exigimos una estrategia nacional de seguridad con perspectiva de género para frenar los feminicidos. […] Exigimos también que rompa el pacto patriarcal con el que ha defendido y ha llevado hasta hoy al presunto violador Félix Salgado Macedonio a la candidatura oficial”, escriben. “Vivimos en un país en el que todos los días 11 mujeres y menores de edad son asesinadas. El 97 por ciento de los feminicidios quedan impunes. Cada 4 minutos una mujer es violada”.
No se le puede decir “ya chole” a esto.
En una entrevista en 2017 le pregunté a López Obrador, entonces candidato presidencial, si él era feminista. Pero no quiso contestar directamente a la pregunta. “Soy respetuoso de las mujeres”, me dijo, “las mujeres merecen ir al cielo”.
El Presidente no tiene que ser feminista para proteger a las mexicanas, que son, según el último censo, poco más de la mitad del pueblo que representa. En su gabinete de gobierno tiene a más ministras (9) que cualquier otro gobierno en la historia de México. Por eso es incomprensible que no se haya puesto del lado de las mujeres en este momento tan importante. Y, al final, no se ha atrevido a romper el pacto patriarcal.
Por sus errores en esta crisis, López Obrador parece atorado en el pasado. Pero todavía está a tiempo para corregir. Primero, quitándole su apoyo a la candidatura de Salgado Macedonio y, luego, diseñar y ejecutar planes, mecanismos y legislaciones concretos —con un presupuesto definido y transparente— para evitar que maten, violen y acosen a tantas mujeres en México.
Sí, es mucho pedir, pero por eso 30 millones de personas lo eligieron presidente: para proteger la vida de todas y de todos. Se acabó la época de promesas, excusas y repartición de culpas. Es la hora de dar resultados. Las mujeres mexicanas seguirán frente al Palacio Nacional y frente al poder hasta ver un cambio.