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Jorge Ramos: La pesadilla americana

Lo mejor de Estados Unidos son sus oportunidades y libertades. Lo peor es que alguna persona con un arma te puede matar o herir —a ti o a gente cercana— en casi cualquier lugar, incluso en los sitios que consideramos cotidianos: un cine, un supermercado, un salón de baile o una escuela.
Sólo en las primeras semanas de 2023, se registraron 39 masacres y 69 muertos en el país, según el Gun Violence Archive, un grupo de investigación que monitorea los informes públicos de violencia armada. Ese grupo considera que se trata de un tiroteo masivo cuando hay al menos cuatro personas muertas o heridas. Es una definición imperfecta y no existe un consenso sobre qué es un tiroteo masivo, pero lo que es cierto es que Estados Unidos tiene muchos.
La última semana de enero ha sido particularmente difícil; hubo dos tiroteos masivos en California: uno en Monterey Park con 11 víctimas y otro en Half Moon Bay con siete. Lo desconcertante es que ocurrieron en un estado donde existen algunas de las leyes de posesión de armas más estrictas del país. De nada sirvió: en esta nación aumenta la sensación de que no hay lugares seguros.
Se trata de un problema complejo pero que, en el fondo, tiene un origen: hay demasiadas armas en Estados Unidos.
Es difícil precisar la cantidad exacta de armas de fuego, pero las revisiones de antecedentes en las compras de estas sugieren que su número ha aumentado en el país. Es casi una obsesión estadounidense: cuatro de cada 10 adultos en Estados Unidos dicen vivir en una casa con un rifle o una pistola y el 30 por ciento es dueño de un arma, según el Centro Pew.
La principal razón para comprar un arma, de acuerdo con una encuesta de Gallup de 2019, es la protección personal. Parece un círculo vicioso: la gente compra armas para protegerse de otras personas con armas. Pero algunos expertos dicen que más que tener un arma, esta proliferación de tiroteos masivos en Estados Unidos se debe al fácil acceso a los rifles y las pistolas.
No exagero al decir que aquí es menos complicado conseguir un arma de fuego que una medicina sin receta médica. Y en internet se pueden encontrar videos que enseñan cómo cargarlas y usarlas.
Quizás una de las grandes tragedias estadounidenses es que estos brotes de violencia armada sucedan en las escuelas. Una de las primeras cosas que le enseñan a los estudiantes es cómo protegerse y esconderse de un atacante armado si se cuela cerca de su salón de clases. En los simulacros les dicen que se pongan en posición fetal, debajo de su pupitre y cerca de una pared. Podemos imaginar sus rostros marcados por el pánico.
En los últimos años me ha tocado cubrir demasiados tiroteos en escuelas en distintos rincones del país —en 2022 en Uvalde, Texas (21 víctimas), en 2018 en Parkland, Florida (17 asesinados), y en 2007 en la universidad Virginia Tech (32 fallecidos)— y no deja de sorprenderme la facilidad con la que los atacantes consiguieron las armas y entraron a las aulas.
El año pasado se registraron 647 tiroteos masivos y una de las primeras cosas que piensas es que nos pudo haber ocurrido a cualquiera de nosotros. Es una pesadilla americana.
Cada vez que escucho la noticia de un tiroteo, mi corazón se echa a andar hasta saber dónde ocurrió. Después surge la indignación y el duelo, luego la frustración y al final nada cambia, se habla de otros temas hasta que llega una nueva masacre.
La frecuencia de estas tragedias es tan apabullante que se puede decir que Estados Unidos ha normalizado este fenómeno y está casi anestesiado. Pocos creen que se pueda hacer algo. El Congreso está dividido y los republicanos se han negado a aprobar cualquier ley federal que toque a la Segunda Enmienda de la Constitución, que considera el uso y posesión de armas como un derecho. Por lo tanto, ahora mismo, lo que nos queda es esperar la siguiente matanza. Y cruzar los dedos para que no ocurra cerca de casa.
(Aquí abro un doloroso paréntesis mexicano. En 2022, hubo 30.968 homicidios dolosos en México, muchos más que en Estados Unidos (con 24.576 homicidios registrados, según los CDC), a pesar de tener una población casi tres veces más pequeña. Es decir, México sigue siendo mucho más violento que Estados Unidos. Pero los tiroteos masivos es un fenómeno tristemente estadounidense).
Ante la falta de acción política y la insensibilización de un país con tantos tiroteos, siempre es bueno ver a las víctimas y contar sus historias.
El sábado 21 de enero, My Nhan, una mujer de 65 años a la que le apodaban Mymy, había ido a bailar al Star Ballroom Dance Studio en Monterrey Park para celebrar el Año Nuevo lunar. Poco después de las 10 de la noche, decidió que era tiempo de irse y mientras echaba su carro en reversa, se cruzó con un hombre de 72 años. El hombre estaba armado, se acercó a su ventana y le disparó varias veces. De acuerdo con la crónica de The New York Times, My Nhan fue la primera de las 11 víctimas mortales esa noche.
¿Hay acaso un lugar menos propicio para ser asesinado que un salón de baile para mayores de edad en California? Esa es la gran tragedia en Estados Unidos. Que ya nadie, en ningún lugar, está a salvo.

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