Divulgando la cultura en dos idiómas.

Jorge Ramos: AMLO; 5 años, 161,518 muertos

Los abrazos no funcionaron.
Y no es cuestión de cómo se presentan los datos. El gran fracaso del gobierno del presidente Andrés Manuel López Orador es la violencia, la impunidad, los feminicidios, los asesinatos de periodistas y los desaparecidos.
Su gobierno – lo he dicho antes – es el más violento de la era moderna, desde la guerra cristera y la revolución. Y eso no es poca cosa. Desde el primero de diciembre del 2018 hasta el 31 de octubre del 2023, se han registrado 161,518 homicidios dolosos, según cifras oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Es decir, estos números los saqué del propio gobierno de México.
Lo más grave es que el propio presidente no reconoce que es un problema muy serio y en las mañaneras se ha dedicado a alabar una estrategia fallida. Y eso confunde a la gente.
La última vez que fui a una mañanera (en septiembre del 2022), le demostré a AMLO con datos que en su gobierno ya había más homicidios dolosos que en las presidencias de Enrique Peña Nieto (124,478) y de Felipe Calderón (121,683).
Así fue el intercambio:
-“No estoy de acuerdo contigo”, me dijo. “Considero que no tienes razón”.
-“¿En qué parte no tengo razón?” Le pregunté.
-“En los datos”.
-“Es que son sus datos”, le reviré.
-“Es cosa de cómo los presentas tú”, terminó diciendo. Y de ahí no lo pude sacar.
Él dice, con razón, que ha bajado la tendencia de los asesinatos. Por ejemplo, de 34,719 homicidios dolosos en el 2019 a 30,971 en el 2022. Pero, aun así, el total de muertos es muy superior al de otros gobiernos. Mi argumento es muy sencillo: no son solo números, son mexicanos asesinados, con cara, familia y apellido. Y si en el 2023 y 2024 mueren tantos como en el 2022 – unos 84 muertos por día – entonces el gobierno de AMLO podría terminar, en unos 11 meses, con cerca de 190 mil muertos.
Eso es una tragedia nacional.
Pero AMLO no va a cambiar. Va a seguir topándose con la misma pared. Esta semana, cuando le preguntaron al presidente sobre el asesinato de seis estudiantes de medicina en Celaya, Guanajuato, culpó al consumo de drogas por el incidente y repitió su filosofía para enfrentar más hechos de violencia. “Evitar eso. Y eso solo con amor”, dijo. “Con atención a los jóvenes. Con apapacho. Que los jóvenes tengan posibilidad de trabajo, tengan posibilidad de estudio”.
Suena muy bonito, pero los apapachos no han funcionado en un país tan violento como México. El presidente nos dirá que han bajado las cifras de homicidios dolosos. Cierto. Sin embargo, en ningún país del mundo se pueden presentar más de 161 mil muertos como un triunfo.
La próxima presidenta de México, sea quien sea, tiene que hablarnos con la verdad. No hacer malabares con las cifras y las palabras para hacernos creer que las cosas están bien. No lo están. México es uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo (después de Gaza), los niveles de impunidad son altísimos, casi todos los días se reportan feminicidios y hay un verdadero vacío de información sobre las decenas de miles de desaparecidos. Hay partes del país que están en control de los carteles de las drogas y el estado, sencillamente, no puede cumplir su principal función: proteger la vida de los mexicanos.
Entiendo – he visto las encuestas al igual que todos ustedes – que AMLO es un presidente muy popular y querido por la gente. Ese crédito es todo suyo. Pero esa popularidad no se traduce en buenos resultados en materia de seguridad. La próxima presidenta tiene que romper radicalmente con su estrategia de abrazos, no balazos. Como millones de mexicanos, estoy esperando de Claudia Sheinbaum y de Xóchitl Gálvez un programa muy específico, claro y comprensivo para reducir los asesinatos en el país.
Pero habrá que esperar. AMLO se sigue chupando todo el aire en la política mexicana y no va a ceder ni un poquitito de poder en su último año en la presidencia. Y eso significa que no habrá cambio de rumbo y que morirán decenas de miles de mexicanos más.

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