By Jorge Ramos
You’re likely reading these lines on your cellphone or laptop computer. If you are, you likely came across this article on Twitter or Facebook or some other social media platform.
In recent years, we’ve witnessed a profound transformation: Our eyes have shifted from reading words on paper to reading them on screens, and from watching TV to staring at our phones. We’ve moved from big screens to small ones.
Nowadays, there’s no need to pick up the morning paper or wait for the evening news to find out what’s going on. That’s for media dinosaurs. And because we’re bombarded with news every time we check our phones, most people don’t reserve time to read the paper or watch a particular newscaster.
Last year, weekday newspaper circulation in the U.S. dropped 8% from 2017, reaching its lowest level since 1940, according to a Pew Research Center study. TV is in trouble too: Viewer ratings for local late-night and evening news broadcasts fell a combined 14%, while those for national-network morning broadcasts dropped 4%. These declines are a disaster for traditional media companies; it seems that their loyal audiences — the ones that stuck with them for decades — are suddenly vanishing.
So where are all those eyes going? They’re going to smartphones and other digital devices.
Almost half (49%) of the investment in advertising in the U.S. last year went to digital platforms. Today, even the most traditional media companies have digital footprints of some kind. Unfortunately, the new income generated by these digital services, according to Pew, hasn’t been able to fill the void left by the income already lost by newspapers and TV news outlets. It certainly hasn’t been enough to pay for the little armies needed to run 24-hour news operations.
This is the dilemma facing the journalism industry: In order to survive, media companies must quickly reinvent themselves as digital-first operations, which also means significantly boosting their social media presences. This is true for news organizations in both the United States and Latin America.
Sadly, most of the income generated by digital operations ends up in the pockets of the giant corporations that increasingly own these news outlets. The journalism industry has yet to find a way to capitalize on the thousands and sometimes millions of views its videos and articles receive. And many people are laid off as a consequence.
The industry is competing tirelessly for the eyes of savvy news consumers. It knows that, despite the endless options available to them, these consumers value serious, hardworking journalists, and that they come to rely on them extensively. I know I do. During hurricane season in Miami, I turn to a couple of local weather forecasters to figure out whether I need to evacuate my home.
The best antidote to fake news is credibility. Sooner or later, people will stop paying attention to journalists who make things up, don’t do their homework, or make mistakes and then do nothing about it.
It’s no overstatement to say that traditional journalism is in crisis. The industry is caught in a major storm. Whether it can find a way out depends on where your eyes lead you.
A final sad note. In the past seven days, three journalists have been murdered in separate incidents across Mexico. That makes 10 journalists killed since President Andrés Manuel López Obrador came to power last December, according to the human rights organization Artículo 19.
On July 30, the body of Rogelio Barragán — the first of the three journalists to be killed — was found beaten inside the trunk of a car in Morelos state. Barragán was the director of Guerrero al Instante, a digital news portal.
The organization’s Facebook page is currently emblazoned with a black ribbon as a sign of mourning. The news site also posted this statement: “Here at Guerrero al Instante, we demand justice and that this crime be punished … and we renew our commitment to the defense of our freedom of speech and the free exercise of journalism at this hard time for human rights.”
Mexico is one of the most dangerous countries in the world for journalists. Is it so much to ask that no more of our colleagues be killed?
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A Dónde Tus Ojos Te Lleven
Tus ojos son unos dictadores.
Lo más probable es que estés leyendo esto en tu teléfono o computadora. Y es muy posible que, en lugar de leer esta columna en un periódico de papel, la estés viendo en Twitter, Facebook o alguna otra red social. Lo que está pasando en los últimos años es una migración de ojos del papel a las pantallas, y de la televisión a los celulares. Es decir, estamos dejando atrás las pantallas grandes por las más pequeñas.
Ya no tenemos que recoger el periódico en las mañanas para enterarnos de las últimas noticias ni esperar el noticiero de la noche para ver qué dijo el presidente. Eso es de dinosaurios mediáticos. Pocos hacen una cita diaria con un periodista en particular para saber qué pasó durante el día. No es necesario; nos bombardean informativamente cada vez que revisamos el celular.
El año pasado, la circulación de los diarios en Estados Unidos cayó un 8% desde 2017, llegando a sus niveles más bajos desde 1940, según un estudio del Pew Research Center. Además, la televisión sigue en problemas: Disminuyó un 14% los índices de audiencia de las noticias locales de la tarde y la noche, mientras los de los programas de la mañana de las cadenas nacionales cayó un 4%. Para los medios tradicionales de comunicación esto es un desastre; es como si el público — que fue tan fiel durante décadas — de repente se esfumara.
¿Y a dónde se están yendo esos ojos? Al celular y a otros dispositivos electrónicos.
Casi la mitad (49%) de toda la publicidad en Estados Unidos el año pasado se fue a plataformas digitales. Todos los medios de comunicación hoy en día, incluso los más tradicionales, tienen sus versiones digitales. Pero los nuevos ingresos en el área digital, según Pew, no han servido para reemplazar los que perdieron los periódicos y la televisión. Ni son suficientes, tampoco, para pagar a los pequeños ejércitos que se necesitan para mantener una operación de noticias de 24 horas al día.
El dilema es este: Para sobrevivir en el periodismo del siglo XXI, hay que hacer una rápida transición a operaciones digitales y a una creciente presencia en las redes sociales — igual en Estados Unidos que América Latina. Sin embargo, la mayoría de los ingresos en el área digital suele irse a grandes empresas y no llega a los sitios nuevos o más pequeños. Aún no hemos descubierto cómo comercializar al máximo esas miles o millones de vistas de nuestros videos y artículos periodísticos. Y eso provoca muchos despidos.
Pero tú, como consumidor de noticias, estás bien. Todos queremos tus ojos. Tienes cada vez más alternativas noticiosas y puedes acceder con un clic a los periodistas más creíbles y respetados. En la época de huracanes, por ejemplo, confío en un par de meteorólogos de Miami para que me digan si tengo que evacuar mi casa. El mejor antídoto contra el fake news es la credibilidad. Tarde o temprano uno deja de prestar atención a la gente que inventa cosas, que no hace su tarea o que se equivoca y no corrige.
No exagero al decir que el periodismo tradicional está en crisis. Estamos en la mitad de la tormenta. Y la solución está a dónde tus ojos te lleven.
Posdata triste. En los últimos siete días, tres periodistas han sido asesinados en México. Ya van 10 desde que tomó posesión el presidente López Obrador el diciembre pasado, según la organización Artículo 19.
El 30 de julio, el cuerpo de Rogelio Barragán fue hallado, con huellas de tortura, dentro de la cajuela de un automóvil en el estado de Morelos. Barragán era el director del portal digital Guerrero al Instante. En su página de Facebook el sitio que se especializa en noticias estatales añadió un lazo negro, en señal de luto, y publicó esta declaración: “Desde este espacio exigimos justicia y que este crimen no quede impune … y reiteramos nuestro compromiso con la libertad de expresión y el libre ejercicio periodísticos en tiempos aciagos contra los derechos humanos”.
México es uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. ¿Acaso es mucho pedir que no maten a más compañeros periodistas?