Es la misma hazaña – y a veces, la misma tragedia – contada desde dos puntos de vista. La escritora chilena, Isabel Allende, lo hace a través de su novela “El viento conoce mi nombre” y el poeta salvadoreño, Javier Zamora, con “Solito”, sus memorias. Y ambos cuentan el trauma y el heroísmo de los niños que cruzan solos la frontera de México hacia Estados Unidos.
Las historias de Allende y Zamora se hilan; es como si los dos hubieran coordinado por años su escritura hasta la fecha de publicación. Pero una es ficción, la otra es realidad, y las dos duelen hasta el alma.
Allende cuenta cómo Anita, una niña salvadoreña de siete años y ciega, cruza junto con su madre hacia los Estados Unidos. Pero lo hacen en la era de Trump y son separadas al poco tiempo, sin aviso ni posibilidad de despedirse. Anita, como Allende, se refugia en el “reino misterioso de la imaginación”, armando cuentos en su cabeza que, sin duda, le ayudan a sobrevivir su orfandad en un país que se oye y se siente distinto al que dejó.
Como apuntó The New York Times, el mensaje de Allende es que la historia se repite. Su libro comienza con el drama de Samuel, un niño judío de cinco años de edad, que en 1938 es enviado por su madre a Inglaterra (en el llamado Kindertransport) para salvarlo de la persecución nazi en Viena. Más adelante, sin echarles a perder el final, hay un sublime encuentro entre el austríaco Samuel y la salvadoreña Anita, magistralmente entramado por Allende. Ese es su fuerte: arrancarle a la historia momentos que sólo se pueden ver con el corazón. Y por eso no sorprende que al principio del libro ella cite a “El Principito”.
“¿Qué razón podría haber para que una familia mande a un niño solo a tratar de cruzar la frontera si no es la desesperación?” Me dijo Allende en una reciente entrevista en Nueva York. “Porque el ideal es quedarse donde uno se siente cómodo, donde uno conoce el idioma, donde no es recibido con hostilidad.”
Todo inmigrante tiene algo que lo expulsa de su país y una razón que lo atrae a otro. Pero, esta vez, Estados Unidos está poniendo enormes resistencias para aceptar a más extranjeros. Le pregunté a Allende si Estados Unidos, donde ella vive, se está convirtiendo en un país cada vez más extremista. “Sí, más duro en todo sentido, no sólo más antiinmigrante. Cada vez está más polarizado. Y no hay diálogo…” ella dijo. “Yo creo que la democracia está corriendo un riesgo tremendo en este país.”
“El Viento Conoce Mi Nombre” es ficción, pero se lee como un gran reportaje. Y Allende lo ve todo y tiene una voz que, a sus ochenta, ya no esconde nada. Allende es una de las pocas personas que conozco que, cuando la veo, me hace más preguntas que yo a ella.
“Solito” son los recuerdos del trayecto que hizo Zamora a los nueve años de edad desde San Luis La Herradura, El Salvador, hasta Estados Unidos. Sus padres se habían adelantado y él, esperando a crecer para aguantar la travesía, lo hace sólo. Por mar y tierra. Hay una escena de horror perdidos en un océano oscuro. El coyote que lo llevaría al norte lo suelta a medio camino y Zamora logra, con la ayuda de otros migrantes, cruzar la frontera. Pero es detenido por la migra dos veces y regresado a México. Es imposible olvidar que todo esto se le hace a un niño de solo de nueve años de edad que está en busca de sus padres con el teléfono memorizado.
Más de medio millón de niños han cruzado solos la frontera y han sido entregados a sus familiares desde el 2014 a febrero del 2023, según el Migration Policy Institute.El año pasado, más de 127 mil niños entraron sin parientes desde México. Y cada una de esas historias es tan dramática y traumática como la de Zamora.
Pero él, poeta y en terapia, la ha contado como nadie antes que él. Estoy seguro de que su historia acabará como una película de Hollywood. La gran Sandra Cisneros le recomienda a futuros escritores que narren lo que nadie más puede hacer y que cuenten hasta los más íntimos secretos. Eso que no le dirías a nadie. Y luego publícalo. Eso precisamente hizo Zamora.
“Todo lo que me ocurrió esos 49 días nunca los he olvidado y han sido muy difíciles de procesar…” me dijo Zamora en una entrevista. “[Este libro] me tomó muchos años…y también muchos años con mi terapista para llegar a reencontrarme a mí mismo y a reencontrar a las personas que me ayudaron a llegar a este país.”
Me pregunto si un niño de nueve años puede entender, primero, que sus padres se vayan a otro país y, luego, que lo fuercen de alguna manera a hacer la travesía sólo hacia Estados Unidos. ¿Puedes perdonar a tus padres? “Esos sentimientos se convirtieron a resentimiento y esa etapa duró algunos años”, me dijo, tras explicarme cómo fue aprendiendo sobre la guerra en El Salvador y los motivos que tuvieron sus adolescentes padres para irse de ahí. “Así que, poquito a poquito si los he ido perdonando.”
El trauma de cruzar sólo la frontera como un niño, y la dificilísima adaptación posterior, es lo que empuja la trama en los dos libros. Y lo fascinante es su extraordinaria similitud con lo que actualmente se está viviendo en la frontera entre México y Estados Unidos.
Hace poco estuve en un campamento de refugiados en Matamoros, México, donde miles de inmigrantes esperaban cruzar hacia Brownsville, Texas. Contrario a otros viajes que había hecho, esta vez me encontré con muchas familias y con muchos niños. Y fue inevitable pensar en las historias de Samuel, Anita y Javier.
Mi trabajo es perseguir noticias. Pero gracias a los libros de Allende y Zamora, me pude meter en la cabeza de esos niños que jugaban y gritaban en Matamoros, sin que ellos supieran la hazaña que estaban a punto de realizar.
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