Divulgando la cultura en dos idiómas.

Las tres casas y el avestruz – Mexican President faces tough times ahead

President Peña Nieto (right)
President Peña Nieto (right)

RamosAuthorBoxSe ve mal, muy mal, y huele a podrido. Los datos son sencillos: El presidente de México, Enrique Peña Nieto, su esposa, Angélica Rivera, y su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, compraron casas a empresas que, más tarde, recibieron millones de dólares en contratos del Gobierno federal y del Estado de México. La pregunta es: ¿Hubo contratos gubernamentales a cambio de esas tres casas?

No se trata de una conspiración contra el Presidente ni de un linchamiento público. De lo que se trata es de posibles actos de corrupción en las más altas esferas del Gobierno mexicano. Está claro que Peña Nieto, su esposa y Videgaray pagaron o están pagando algo por esas casas. Ése no es el problema. El problema es que existe un clarísimo conflicto de intereses cuando el que vende o financia esas casas después recibe contratos gubernamentales multimillonarios.

¿Vendieron las casas por menos de su valor? ¿Se dieron en condiciones preferenciales a cambio de favores? ¿Las financiaron por debajo de las tasas normales?

La última información del Wall Street Journal dice que Peña Nieto compró en el 2005 (cuando era gobernador del estado de México) una casa en la población de Ixtapan de la Sal por $372 mil dólares. Después, entre 2005 y 2011, la empresa de la familia San Román (CUISA) – que le vendió la casa – recibió más de $100 millones de dólares en contratos del Gobierno del Estado de México, según el diario. Además, desde que Peña Nieto llegó a la presidencia en el 2012, la empresa de los San Román ha recibido 11 contratos federales por unos $40 millones de dólares.

Como si esto fuera poco, el Mandatario aparentemente es compadre de uno de los miembros de la familia San Román; Roberto San Román Dunne es padrino de primera comunión de Paulina Peña, hija del Presidente, según una fotografía publicada por la revista Quién (aquí está la foto de la ceremonia religiosa: bit.ly/1uu1EMZ). Si esto es cierto, entonces uno de los beneficiados con contratos millonarios sería compadre del Presidente. ¿Más claro? (Lección para niños de primaria: No se le dan contratos del gobierno a compadres, socios, familiares y amigos).

Además, está el asunto del dinero. En una entrevista en el 2009 Peña Nieto me dijo que no era millonario. (Aquí está la entrevista: bit.ly/1Jnl9bc) Si no era millonario, entonces ¿cómo hizo un funcionario público para pagar una casa de lujo – valuada actualmente en más de cinco millones de pesos?

Éste no es, desde luego, el único conflicto. Anteriormente el Wall Street Journal había reportado que el principal asesor del Presidente en materia económica, Luis Videgaray, había comprado en el 2012 una casa en Malinalco a una empresa – Higa – que luego obtuvo contratos millonarios para construir carreteras, un acueducto y el hangar presidencial. Esa misma empresa es la que todavía financia una casa de siete millones de dólares en Las Lomas a la esposa del presidente Peña Nieto, según reportó originalmente el sitio Aristegui Noticias.

Tres casas, tres conflictos de intereses. Esto no es casualidad ni error. Delata una práctica común y recurrente en el círculo más cercano al Presidente. El Gobierno no se va a investigar a sí mismo y hasta el momento – ¡increíble! – no hay ni siquiera una investigación en el Congreso. Pero el asunto es grave.

¿Qué pasaría si una investigación independiente encontrara culpable a Peña Nieto por corrupción? Estaría obligado a renunciar. Eso explica los grandes esfuerzos en el Congreso y las presiones a la prensa para que no tome fuerza la idea de un proceso legal contra el Presidente.

Pero como periodistas estamos obligados a recordar al indomable Julio Scherer. Alguna vez escribió que “no era (nuestra) función complacer al Presidente ni servir al gobierno.” También advirtió a los periodistas sobre el “rito de la adulación al poder” y nunca “identifico al Presidente con la patria”. Es decir, México es más importante que la suerte de su Presidente.

Mientras tanto, Peña Nieto está escondiendo la cabeza como el avestruz. No ha dado explicaciones públicas, ni entrevistas sobre las nuevas acusaciones. Parece que la estrategia de comunicación de la presidencia es no exponer más al Jefe de Gobierno, no dejarlo hablar sin “teleprompter” y apostar por el olvido y la impunidad. Y el Presidente no se da cuenta del enorme daño que le está haciendo al país, a su gobierno y a su reputación.

Pero este nuevo escándalo le ha quitado a Peña Nieto la poca credibilidad que le quedaba y ha acabado con su autoridad moral. ¿Con qué cara puede un presidente pedirle a los mexicanos que luchen contra la corrupción cuando no está dispuesto a hacerlo él mismo y en su propia casa?

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Three houses, one ostrich

The president “is not God.”

– Julio Scherer – 

Things aren’t looking good for Mexican President Enrique Pena Nieto (Peña Nieto in Spanish). 

News reports revealed in late 2014 that Pena Nieto’s wife, Angelica Rivera; and his finance minister, Luis Videgaray, had both purchased homes from a unit of Grupo Higa, a government contractor. And The Wall Street Journal has reported that Pena Nieto himself purchased a home in 2005 from another company that has done business with the government.

We’re not talking about conspiracy theories or baseless scandals here. This is about a conflict of interest. This is about the potential for corruption at the highest levels of government. 

Here are the facts: Pena Nieto, Rivera and Videgaray paid – or are paying for – houses financed by companies that received millions of public dollars. Understandably, many Mexicans are asking: Were government contracts awarded in exchange for any of these homes? Were they sold at a discount? Were preferential terms exchanged for favors? Were the sales of these homes financed at market rates?

According to the latest Wall Street Journal report, Pena Nieto bought a weekend home in 2005 at a golf club in Ixtapan de la Sal for $372,000 mere weeks after becoming governor of the state of Mexico. Then, from 2005 to 2011, according to documents seen by a Wall Street Journal reporter, the company that sold Pena Nieto the home, Constructora Urbanizadora Ixtapan, headed by Roberto San Roman Widerkehr, was awarded more than $100 million in contracts from the government of the state of Mexico.

According to The Wall Street Journal, since Pena Nieto became president in 2012, San Roman’s company also has won 11 federal contracts worth about $40 million.

That’s not all. 

San Roman’s son, Roberto San Roman Dunne, apparently was sponsor to Paulina Pena, the president’s daughter, at her first holy communion, as evidenced by a photograph published by the Mexican magazine Quien (see it here: bit.ly/1uu1EMZ). If this is so, then one of the beneficiaries of multimillion-dollar government contracts is the president’s “compadre.” 

This would, of course, violate one of the most basic lessons of fighting corruption: When you’re a government official, you don’t award government contracts to anyone directly associated with your compadres, partners or relatives. Before a government official’s close family friends could bid for a contract, Mexico would have to have safeguards in place to ensure that favors aren’t being traded. It’s clear it doesn’t.

Officials from Pena Nieto’s administration and the San Roman family have denied that any special favors or benefits resulted from their relationship. Still, money remains an issue. During a 2009 interview, Pena Nieto told me he wasn’t a millionaire (see it here: bit.ly/1Jnl9bc). So how did a public servant manage to afford a weekend getaway worth $372,000?

In addition to that home, The Wall Street Journal reported recently that the president’s top economic aide, Videgaray, bought a house in Malinalco from Grupo Higa, which later won government contracts to build roads, an aqueduct and an aviation hangar in Mexico City. This was weeks after Aristegui Noticias had reported the same company had financed a home worth $7 million in Las Lomas, an upscale neighborhood in Mexico City, for the first lady.

Three houses, three conflicts of interest. This isn’t a coincidence. It illustrates a recurring pattern within the president’s innermost circle of power. But the administration isn’t about to investigate itself – and members of the Mexican Congress seem uninterested in launching any sort of inquiry.

But it’s a serious issue. What would happen if an independent investigation were to conclude Pena Nieto was guilty of corruption? He would be forced to resign – an outcome that helps explain the recent pressure on government and the press to stop any momentum for an investigation into this matter.

In situations like this, we should remember the indomitable spirit of Julio Scherer, the late investigative journalist in Mexico, who once wrote that as journalists “our task is not to please the president or serve the government.” He also often warned journalists against being swayed by power and advised against “identifying the president with the homeland.” Indeed, the fate of Mexico is more important than the president’s.

Meanwhile, Pena Nieto prefers to hide his head in the sand. He won’t give public interviews about these potential conflicts of interest. His administration’s communications strategy seems to prohibit him from saying anything off the cuff or without a teleprompter, which could make things worse. Unfortunately, Pena Nieto doesn’t realize the harm he’s doing to his country, his government and his reputation.

With this new scandal, the president has squandered the little credibility he had left, along with his moral authority. How can he have the nerve to ask Mexicans to fight corruption if he’s unwilling to do it in his own home?

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