By Jorge Ramos
La mayoría de las encuestas dicen que Donald Trump puede perder las elecciones presidenciales del 3 de noviembre. Pero lo mismo decían las encuestas previas a los comicios de 2016 y ganó. Así que todos los pronósticos y las apuestas que se hagan en estos convulsos tiempos llevan un alto riesgo.La última encuesta realizada hace unos días por el organismo independiente Pew Research Center le da una sólida ventaja al exvicepresidente Joe Biden sobre Donald Trump. Pone a Biden con el 52 por ciento de apoyo entre los votantes registrados frente a sólo un 42 por ciento para Trump justo cuando falta menos de un mes para la votación. Pero no podemos olvidar que las encuestas hace cuatro años decían más o menos lo mismo. Una encuesta de la Associated Press y GfK del 26 de octubre de 2016 le daba a Hillary Clinton una ventaja de 14 puntos sobre Trump. Y el final no fue así. Donald Trump ganó las elecciones por los votos del Colegio Electoral, aunque perdió el voto popular. El Presidente de Estados Unidos sigue siendo, electoralmente, un misterio. Hay gente que no dice por quién va a votar a los encuestadores o que oculta su preferencia. (A esto los encuestadores le llaman en inglés non-response bias, o sesgo por falta de respuestas). El mismo centro Pew explicó en un reporte por qué los encuestadores se equivocaron tanto en 2016: “Algunos han sugerido que los encuestados sencillamente no fueron honestos sobre por quién iban a votar. La existencia de estos ‘trumpistas tímidos’ sugiere que votar por Trump era socialmente indeseable o mal visto”.
Es muy posible que todavía siga siendo mal visto. No es sencillo defender entre amigos, en la familia o en el trabajo a una persona que ha hecho comentarios racistas y sexistas. Sea quien sea. Y Trump ha hecho muchos.
Sí, dijo en 2015 que los inmigrantes mexicanos eran “violadores” y criminales. También dijo en 2017 que en una manifestación de grupos neonazis y ultraderechistas en Charlottesville había “gente muy buena en ambos lados”. Y en el primer debate presidencial de este año se negó a condenar a grupos supremacistas blancos y, por el contrario, le pidió al grupo de extrema derecha Proud Boys —considerado una organización “de odio” por el Southern Povertly Law Center— que “estén listos”.
Trump también ha hecho comentarios sexistas. En una cinta del programa “Access Hollywood” se escucha a Trump decir que puede agarrar a las mujeres de sus genitales sólo por que él es una “estrella”. Y hace poco, en una entrevista con Fox Business, Trump calificó como un “monstruo” a la senadora Kamala Harris, candidata a la vicepresidencia por el Partido Demócrata.
Todos estos comentarios de Trump apoyan o promueven el racismo y la discriminación. Y no hay manera de defenderlos en público. Por esto, quizás, a muchas personas no les gusta decir que votaron por Trump o que lo van a hacer el próximo 3 de noviembre. Me pregunto si, esta vez, las encuestas sí han incluido a estos “trumpistas tímidos” u ocultos.
Trump ha dicho que cree que va a ganar otra vez. El 20 de agosto, durante un acto de campaña, dijo que “la única manera en que ellos [los demócratas] van a ganar es en una elección fraudulenta”.
De hecho, en varias ocasiones se ha negado a decir que, en caso de perder, va a reconocer el resultado de las elecciones presidenciales. “No voy a decir que sí”, dijo en una entrevista en Fox News el 19 de julio. Y luego, el 29 de septiembre, fue más allá: le pidió a sus seguidores que “vayan a las urnas y las vigilen cuidadosamente” porque esto “significa que hay una elección fraudulenta”.
La gran pregunta —electoral y legal— es ¿qué pasaría si Trump pierde y no reconoce su derrota? No hay, hasta el momento, ninguna evidencia de fraude en estas elecciones a nivel nacional. Y su negativa a aceptar los resultados —cuando las encuestas dicen que podría perder— es una grave amenaza para esta democracia de más de dos siglos. Cuestionar el sistema electoral y la legitimidad de sus resultados son el tipo de acciones que vemos en dictadores de América Latina, no en Estados Unidos.
Este país siempre ha tenido un traspaso pacífico de poder de un presidente a otro. Pero eso no quiere decir que en todas las elecciones ha sido fácil escoger al ganador. En el año 2000 la Corte Suprema tuvo que intervenir para detener el conteo de votos y darle la victoria a George W. Bush. Y es posible que, si hay una elección muy cerrada, esa misma instancia vuelva a intervenir.
Por eso es tan importante el papel que tendrá la jueza Amy Coney Barrett si es confirmada, como se espera, a la Corte Suprema de Justicia en reemplazo de Ruth Bader Ginsburg. Eso crearía un desbalance ideológico, con seis jueces conservadores y sólo tres liberales.
En su audiencia de confirmación, Barrett se rehusó a decir si se retiraría temporalmente de la Corte Suprema en caso de que tuviera que decidir sobre un asunto vinculado a Trump y la votación. Sin embargo, negó tener una alianza o compromiso con el Presidente y dijo que “no permitirá que la utilicen para decidir esta elección”.
Si las encuestas de 2020 presentan tendencias similares a las de 2016 —con Trump muy detrás del candidato demócrata— ¿podríamos llegar al mismo resultado?
Bueno, este año hay una gran diferencia: la pandemia, los más de 220.000 muertos en Estados Unidos y el confuso manejo de esta crisis por parte del gobierno federal.
Es posible que muchos votantes le perdonen a Trump sus comentarios racistas y sexistas, sus mentiras —más de 20.000 según un conteo de The Washington Post— y sus malas costumbres autoritarias. Pero ¿le perdonarán los fallecidos y los más de ocho millones de contagiados?
Eso lo sabremos en unos días.
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